La Criatura.

María había huido lejos de todo y de todos aquel fin de semana, a una isla tropical con un clima cálido, lleno de turistas ávidos de sol y tranquilidad. En la playa tomaba el sol de cara al cielo y dormitaba intentando vaciar su mente por completo.
Y entonces fue cuando la criatura emergió viscosa, gigante y jadeante de las profundas y solitarias aguas del mar para llegar frente a María e inmovilizarla con su fuerza. Sin pensárselo dos veces atrapó sus piernas, una con cada mano en forma de garra pinza y las abrió hasta dejar todo su sexo al descubierto. En dos segundos lamió y babeó del manjar que las vistas le ofrecían, mientras María, sin poderse mover, gritaba horrorizada hasta que notó la delicadeza de aquella lengua mojada que penetraba despacio y deleitándose en lo más profundo de su ser, rodeando con cuidado cada pliegue de sus secos labios vaginales. Incomprensiblemente, la visión de María era horrible, una criatura de casi dos metros de altura, unos brazos fuertes que la inmovilizaron al instante, unas manos en forma de pinzas de cangrejo que asían sus delicados tobillos y una cara horrible, sacada del cómic más horripilante que jamás podía imaginar, todo en verde botella viscoso, ataviado tan solo con un tapa rabos inmenso, pero una lengua delicada y suave que empezaba a excitarla.
¿Qué podía hacer si no abandonarse a su mala suerte? Empezó a pensar en que como aquello pretendiera penetrarla la destrozaría y la mataría, era lo único que le preocupaba, todo lo demás con una ducha de dos horas y un gel perfumado lo podría solucionar…
Entonces fue cuando María cerró los ojos y después de abandonarse a las sensaciones ya que escapar le resultaba imposible y gritar en una playa desierta inútil, mientras ella se deleitaba en su orgasmo y se recobraba de la impresión, la criatura desapareció, cuando volvió a abrir sus ojos envuelta aún en las últimas contracciones del placer, estaba sola en la playa, con su sexo lleno de babas pero sola…
Extrañada y con sensaciones contradictorias en su interior, recogió rápidamente sus cosas y volvió al hotel. Una vez allí dentro, respiró tranquila pero aún tenía la extraña sensación de notar una especie de eco orgásmico, como si el raro placer no se hubiera disipado del todo. En el vestíbulo pidió su llave y la amable recepcionista le recordó que en una hora servirían la cena en el buffet, algo que María agradeció con una leve sonrisa pero evidentemente carecía de apetito, había vuelto de la playa por miedo y para estar rodeada de personas a las que recurrir aunque ya no hubiera peligro, o eso pensaba ella, pero solo quería bañarse y dormir. Estaba confusa, tal vez solo fuera un mal sueño, la falta de sexo o cualquier otro tornillo que se le aflojara a su cabecita pero entonces por qué podía notar aún aquella inmensa sensación de placer? Carecía de respuesta a aquella pregunta, así que tomó el ascensor y una vez dentro, un hombre moreno de mediana edad se aproximaba cada vez más a ella con la inexplicable excusa de la dimensión del habitáculo pero…estaban solos, de qué iba aquel tipo? Ah, sí, de ligue, seguramente se había propuesto torpemente intentar llevársela a la cama, como si para María la proximidad sin saber como aquel tipo hablaba, se expresaba, se comportaba y si sentaba bien o mal a sus oídos fuera suficiente para pasar una noche loca, claro, claro…
Disimuladamente le dio un pisotón al extraño caballero, pidiéndole disculpas inmediatamente después por su torpeza, por supuesto, María era el colmo de la educación y el extraño lo pilló a la primera porque fue cuando se apartó de ella y se dejó caer sobre la pared contraria del habitáculo casi vacío que únicamente los elevaba a ambos dos.
El desconocido caballero abandonó el primero el elevador en la planta décima, mientras María esperaba tranquila contemplando en el espejo de aquel pequeño reducto su anatomía, sus curvas y su sonrisa desinhibida, qué pena no tener ganas de nada, la verdad era que aquel desconocido estaba bien crujiente pero…eran malos tiempos para ella, ya llegarían mejores.
La sonrisa se le congeló cuando notó unas fuertes manos agarradas de sus pechos que no se reflejaban en el espejo. Atónita se dio la vuelta y lo único que olió fue el aroma de la criatura, sí, era el mismo aroma que rompió la brisa hacía un buen rato en la playa. La puerta del ascensor se abrió, María había llegado a su planta y como perseguida por el diablo salió de allí, pegando su espalda a la primera pared que encontró y tratando de respirar con normalidad. Estaba sola y no quería dar la nota si algún cliente más de aquel hotel se cruzaba con ella en el amplio pasillo, que bien iluminado le ofrecía una visión completamente vacía de lo que ella esperaba encontrar. Se tranquilizó y poco a poco fue recobrando la compostura para llegar a la puerta de su habitación, abrir y entrar derecha a la bañera, donde darse un buen baño caliente para liberar su sexo de aquellas babas espesas que ya chorreaban por el interior de sus muslos.
Cuando la bañera estuvo preparada se sumergió, tapó sus ojos con una toalla pequeña empapada en agua caliente y relajándose, dejó que la tibieza de las sales de baño arrastraran de sus entrañas la huella de aquella experiencia. No se lo contaría a nadie, quien creería algo así? Mejor guardarlo para ella solita, ya había pasado todo.
Después de bañarse, secó su piel con el albornoz de aquel hotel, que parecía nuevo y sacó su crema del bolso de viaje, extendiendo generosamente por todo su cuerpo, luego un pequeño picardías transparente y se tumbó boca abajo en la cama, bajo las sábanas.
Fue rozar su mejilla con la almohada y su misma predisposición sumió a María en un sueño profundo y placentero, aunque extraño. En su sueño, María podía ver por la espalda, a pesar de estar tumbada boca abajo en su cama y completamente inmóvil, asistía a la escena de su propia desgracia, aquella criatura ávida de deseo salió del baño desnudo, con su enorme miembro viril entre su mano, atizándolo y jadeando ya de gusto, volvió a atrapar las piernas de María entre sus manos pinza y elevándolas unos centímetros, comenzó a penetrarla salvajemente hasta que algo asomó por la boca de María a modo de lengua viscosa en un tono verde botella y soltando leche de fuego, una leche orgásmica que cerró sus ojos para siempre. El corazón se le paró, y ya no despertó jamás.
1 Comments:
Demonios, con el bicho. Me ha recordado o he visulizado la imagen de un comic o de un manga de estos de moda jeje... pero en los que leía años ha, el bueno siempre salía volando, no con paros cardíacos... Me ha gustado como está descrito, como si viera la imagen aunque no sé si miraba como un expectador ageno a la escena.
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