20 abril 2009

El cristal donde se mira...


La quiere tanto....Siempre la ha querido, desde aquel beso que le robara una tarde cualquiera entre los pinos.
Pero su amor, su amor es infinito y ella no lo entiende así, no lo comprende, no lo asimila, es egoísta porque el amor es así...

Así que después de dejarla tumbada en el sofá, amorosamente tapada, contemplada con todo el cariño del que es capaz, con su beso en la frente y algo más, Rodrigo no soporta la televisión, le aburren muchas cosas, otras no, de modo que a esa hora va a conectarse a Internet un rato, será su recreo y sabe bien que Ana estará conectada al foro de siempre, donde se encontraron la primera vez hace ya bastante tiempo...
Ana por su parte, vive con su hija, que muchos fines de semana, como este, se ausenta de casa por tenerlos que pasar con su padre, de modo que ella, cuando quiere o necesita paz y tranquilidad pero también poder hablar con alguien más que no sea la luna, el cielo o las estrellas, abre temprano la página del foro donde además de leer algunas cosas muy interesantes, puede charlar animada y amistosamente con infinidad de nicks que pululan por allí.

Unos cuantos años de experiencia le han enseñado a Ana como comportarse en este campo, que siempre suele ser mejor y más divertido que una reunión donde todos beben, fuman y quien sabe qué más se les puede ocurrir, trasnochar, ojeras por la mañana, o acabar hastiada de estupideces en conversaciones tan superficiales como inútiles y no es que las conversaciones que mantenga en la red no dejen de ser así también, inútiles, pero no le queda al menos esa sensación tan clara como cuando va de copas o de reunión con las mismas personas de siempre. Será rara, Ana no lo pone en duda, pero la balanza de su vida necesita equilibrarse y después del trabajo, de una vida centrada en su hija y sus seres queridos, esa válvula de escape le hace bien, sabe llevarla, sabe controlar la intensidad de que hace gala la red, bueno Ana cree saber aunque una vez perdió los papeles y se dejó llevar demasiado tal vez,pero aquello quedó atrás, ya casi ni lo piensa si no fuera porque....
Rodrigo apareció para abrir aquel recuerdo. En un lugar donde no existe entonación, ni miradas, ni tacto, casi nada....es difícil saber a ciencia cierta si Rodrigo es o no es quien le hiciera perder los papeles aquel día pero no puede evitar pensarlo a cada palabra, a cada frase y a cada párrafo que intercambia con él. Siempre tendrá la sensación de que Rodrigo ha vuelto para recuperar la parte bonita de todo aquello pero como en una especie de función única, para un solo espectador porque si Rodrigo es quien Ana cree que es sería imposible que volviera como él mismo. No le dejarían decir a Ana la de veces que pensó que era posible, que las utopias se van alcanzando poco a poco, que la perfección se puede dar en ese compartir y enriquecer de dos personas que no se ven, que no se pueden tocar, que solo se pueden sentir cercanas o lejanas, perdidas o encontradas, importantes o indiferentes.

Y es que, una a una aparecen ante sus ojos, cada cual con su historia, su dia a dia, duro, suave, feliz, infeliz, completo, incompleto....y les gusta entregar un poco de calor humano, esperanza en una pronta mejoría, confiar en que todo saldrá bien, así es la vida entre el cristal,pero sin saber por qué, es como una especie de imán que los atrae, o un rescate del pasado que Ana ofertó de corazón pero a Rodrigo le asustó y es que no,así no lo quiere, él es un hombre de principios pero quiere todo lo demás.
Rodrigo quiere la sinceridad de Ana, su desnudez de alma, enseñarla a simplificar y a pararse justo donde debe parar. Lo aprendió de ella, a cubrirse con una máscara para que Ana no piense de más. A su manera la cuida, está cerca, sin dejar que aquel pasado vuelva porque sabe que en el fondo ella no quiere tampoco, fue la luna, la noche, las estrellas, el momento, la ocasión....¿Qué fue, en realidad?, no se sabe. Fue su corazón, que se le escapó un deseo que volvió donde anidan todos los deseos, al pozo de la ilusión pero quedó la esperanza de que si él es así, habrá más, tiene que haberlos y Ana los encontrará. Desconocía de esa existencia, ahora ya no duda de que sea posible doblar una esquina y encontrarse con el hombre interesante que la rescate de su soledad, bueno, todos lo llaman soledad pero Ana no. Ana solo sabe que con Rodrigo puede ir tranquilamente de atrás hacia delante en el tiempo, aunque....¿por qué sabe Rodrigo que existió un verano especial en su vida?...Es igual, ya no tiene importancia, ahora solo importa su regalo, un regalo valioso, sin forma ni color, ni sonido, un regalo de un alma para otra alma, desnudas, repletas de sinceridad, nada más, no habrá nada más ni menos, un estoy-está, un poder hablar con libertad, una duda por tratar o algo más trivial, nieva, llueve o hace frío, pero de verdad, como esa llamada de teléfono que no se dará pero es igual, vale lo mismo, cuenta igual.

Ana no sabe por qué a Rodrigo le interesa conocer sobre su vida, su día a día. Ni se explica entre tantas niñas bonitas y apetecibles, hermosas como rosas bellas de un jardín mágico, la escogió a ella para desinhibirse bajo la luna y tejado de metal. El lo llama egoísmo, es sincero y aunque no lo comprenda, lo disfruta, sin más. Siempre aparece a la misma hora, como el sol, como la luna y ella se ocupa de su agenda, de sus escritos, ordenar sus cosas, con esa ventana de auxilio o de recreo abierta al compás de los latidos de su corazón. Una a una van pasando y de pronto, él siempre está ahí, y algo ocurre, no se sabe qué, es difícil definir y si un día no aparece no se acabará el mundo, ya no, porque siempre quedará todo lo que le enseñó y sabe que algún día, antes o después, reaparecerá para continuar a sorbos el sentido de esta vida que nos hace únicos e inconfundibles ante una mirada oculta del corazón.
Rodrigo simplemente quiere ser testigo ciego de ese esplendoroso florecimiento de un corazón hermoso como jamás nunca encontró....