20 abril 2009

Hoy, como ayer, mi querido Don Fidel


Fue la primera impresión que tuve...Qué frialdad, qué lugar más viejo y abandonado, quien podría trabajar allí, en un sitio como aquel? Me acostumbraría yo?. Era tétrico casi....
Dominada por estos pensamientos fui abriendo puertas hasta encontrarte, allí estabas, tras una torre de papeles y expedientes, en una mesa color miel...¿o era cerezo?..uhmm...no lo recuerdo bien, ahora que lo pienso.

Lo primero que te ví fue aquel pelo completamente blanco, pero era pelo al fin y al cabo y si ya no gastabas calva dudé mucho de que algún día la conocieras, mira en lo que me fuí a fijar. Luego, en tus ojos azules agrisados, tan transparente y casi mágicos. Después en tu gesto serio y de arrogancia, tan lejano a como resultaste ser, asequible, sereno, confiado, alegre y ameno a la conversación.
Después del toc-toc de rigor y verte tras aquella montaña de papeles, quise empujar la puerta pero... no cedía, como si hubiera algo detrás que impidiera su apertura...

-Pasa, pasa, te esperaba.
-Perdón pero...no puedo, no se abre.

-Insiste, insiste, es la parte de abajo, que se adhiere al suelo, roza, fricciona y cuesta pero si empujas un poquito, se abre.
Parece ser que así fue y por fin me encontré dentro de aquel lúgubre despacho compensado por tu cálida y amable voz, así como todo lo anterior expuesto y que me relajó bastante.

-Hola, tú debes ser Marina. Paco me ha hablado muy bien de tí y como ves necesito ayuda urgentemente, todos estos expedientes deberían estar ordenados y localizables en...exactamente un minuto, minuto y medio si fuera capaz de tenerlos organizados y colgados en su archivo correspondiente con esas carpetitas y especie de perchitas tan monas que hay en ese armario, pero....que soy incapaz, si soy más tonto no nazco...
-Hombre...digo yo que no será cuestión de tontería sino...tal vez de tiempo que le falte, no?.

-Vaya....veo que Paco tenía razón, chica lista....Pues ahí me duele, niña, y ahí entras tú. Serías capaz de convertir esta montaña de la mesa, de la otra mesa y si te fijas hasta del suelo en algo digno y localizable?.
-Se puede intentar, ya veremos los resultados.

-Pues manos a la obra porque yo ya estoy desesperado..........
Así empezó todo, así empezaron días y días entre ir y venir al archivo, llamadas de teléfono, conversaciones de todo un poco, risas, alguna que otra lagrimita que me secabas...y es que....enseguida te diste cuenta del cristalito frágil y delicado como el de bohemia que habitaba en mí, yo apenas tenía 18 años, mientras que tú y tu pelo blanco delataban una edad considerable aunque nunca te la pregunté, eso no, hablábamos de muchas, muchísimas cosas excepto del tiempo, tal vez un minuto escaso y porque te hacía gracia mi bufanda, y de la edad. Tú de sobra sabías la mía y y o...¿yo para qué querría saber la tuya?.

Supongo que por la ley que me profesaste debiste adoptarme casi sin darme cuenta como por una nieta más o algo así, a juzgar por tu manía de pagarme el autobús cada tarde que tras la comida volvíamos a encontrarnos fuera de aquel despacho, en la parada del autobús, que por entonces tanto nos hacía esperar, no es como ahora que en apenas diez minutos llega uno y otro más...Pero daba igual, nosotros siempre encontrábamos algo de lo que hablar: mi gesto, mi cara, mi pelo, mis guantes, mi abrigo, siempre yo y mí, qué poquitas cosas me contaste de tí...Apenas sé quien eras y lo que hacías. Hasta que llegara el tiempo de tener oficinas de primera Instancia, y a pesar de que seguro que ya te había llegado la edad de la jubilación, querías estar allí, moviendo papeles para dar ligereza al registro. Era increíble que hubiera que esperar de martes a martes para registrar a un recién nacido o ir a buscar al titular a la gasolinera para que pusiera una fecha de boda en un acta :O, qué cosas, ¿verdad?, incorregible y para eso estabas tú ahí, para dar ligereza a aquella burocracia tan complicada. Aparte de eso y de todo lo que hablamos, si lo pienso bien no sé más de tí, pero tampoco lo necesitaba, me llenó más, mucho más tu cariño, tu alegría, tu vitalidad, tu energía, tu positivismo ante la vida y tu enorme corazón.
Cuántas cosas me enseñaste, cuánto llegué a aprender de tí, ahora me doy cuenta bien del todo, la de veces que tengo que recurrir a cualquiera de tus gestos y afirmaciones: Noooo, Marina, noooo, estás equivocada, niña, eso no es así, piensas mal, muy mal, date un tiempo, respira hondo, cuenta hasta diez...y luego vuelve a mirar, a pensar, a actuar. Mira lo que tienes, mira lo que hay por el mundo, este pequeño mundo que nos rodea y el mundo sigue, se agranda, multiplícalo por lo enésimo y siéntete feliz, no vale la pena...Cuántas razones tenías en tus manos, en tu cabeza de plata, en tu mirada tan clara y en tu corazón templado.

Donde quiera que estés no he podido olvidarte ni uno solo de mis multiplicados días porque yo ya no soy aquella niña de dieciocho pero...casi, casi, por dentro me siento igual de confusa que entonces solo que....ya no estás para darte cuenta. Y sin estar, estás, te encuentro, en un ladito de mi corazón.