El hombre tristre del cronómetro y el bate...

Aquella mañana Carol se había despertado y se encontraba algo incómoda, irascible, extraña. No entendía muy bien por qué, pero después de ducharse y dar vueltas y más vueltas a la cucharita dentro del café, vestida ya para reunirse con su madre, con la que había quedado para ir a encargar algunas compras antes de ir a trabajar y después de sorbos y paseos muy inquieta, se sentó un momento en su sillón preferido.
?Vamos a ver, ¿qué demonios pasa aquí??.
Carol hablaba algunas veces consigo misma, ¿vosotros no lo hacéis?, es algo muy saludable y recomendable. No temía que nadie la tomara por loca porque para empezar no había nadie con ella, y en segundo lugar era un ejercicio que le gustaba realizar, eso sí, única y exclusivamente cuando había necesidad de hacerlo.
Y aquel día parecía que existía un motivo, un sueño, un sueño que recordaba perfectamente, nítido, claro como el agua de un río no contaminado, eso sí...
En aquel sueño Carol parecía estar mirando por la barandilla de su terraza, como solía hacer muchísimas veces por la mañana, antes incluso de hacer nada, simplemente después de haberse deslizado de su cama e ir hacia la cocina a lo mismo de siempre, se desviaba un momento, abría la puerta corredera y respiraba. Aquel primer aliento de la mañana le calaba muy hondo, hasta el último rincón de sus pulmones, pero aquel día no necesitaba aire, necesitaba una respuesta.
Palabras inconexas como campana, catapumm, rassssss, gaita, morbosa, carca....y alguna que otra más, revoloteaban alrededor de su mente sin sentido y ella quería saber por qué. Necesitaba saber por qué.
Forzaba su cabeza una y otra vez intentando recordar hasta el más mínimo detalle de aquel sueño que le hablaba de un triste hombre que sostenía en sus manos un cronómetro y un bate de béisbol, o eso le pareció y que en la playa desierta la miraba de arriba abajo sin decir una sola palabra.
Ella, le había saludado con un lacónico Hola pero porque no sabía de donde había salido aquel hombre moreno y de piel tostada que simplemente la miraba fijamente, sin pestañear.
Su miedo se hizo notar hasta el extremo que perpleja por la ausencia de respuesta se despertó aturdida, sofocada y sudorosa.
No entendía nada, mejor se iba a trabajar o llegaría tarde.
Al pasar por la playa desierta, se quedó mirando y volvió a sentir la misma sensación. Le ponía histérica la falta de cordialidad y de educación de las personas pero solo había sido un sueño, tampoco atinaba a comprender el porqué le estaba dando tanta importancia.
Llegó a su trabajo y lo primero que solía hacer era mirar cuando le tocaba timbre y cuando patio, era pura rutina y costumbre. Apoyada en el marco del tablón sus ojos se fueron a una pegatina que alguien había puesto, en ella solo rezaba el un nombre: DING DONG. Extraño nombre para una empresa, o...¿qué sería aquello?. Debajo del nombre figuraba un número de teléfono local, toda una tentación, de modo que sacó su móvil del bolso y marcó....
-Buenos días, servicios DING DONG a su disposición, en qué puedo ayudarle?.
-Hola...bueno...esto..el caso es que he visto este número en una pegatina, la tengo delante y no sé muy bien a qué se dedican ustedes, sería tan amable de informarme, por favor..
-Pues verá, señorita, nosotros nos dedicamos a capturar sueños y servírselos en bandeja de plata, así, como suena.
-Vaya, pues...precisamente yo anoche tuve uno que me gustaría materializar, se refiere usted a eso?.
-Si,sí, a eso me refiero exactamente, usted concierta una cita con nosotros y nos encargamos del resto, así de fácil y le recomendaría que pasara por aquí antes de que se le olvide el sueño, tiene una caducidad todo esto, yo le aviso...
-Bueno, bueno, en ese caso deme la dirección y dígame por favor qué horario tienen de visitas e intentaré pasarme al salir de mi trabajo, no puede una desperdiciar una ocasión así, no, no, claro que no.
La joven voz que atendía el teléfono dio a Carol toda la información que necesitaba y lo cierto era que esa misma tarde podría pasar por allí, no recordaba la existencia de aquella calle en el municipio, así que encendió el ordenador de la sala y buscó en el callejero, pero sí, allí estaba. La zona tampoco le sonaba demasiado, pero esas cosas suceden algunas veces.
Carol pasó un día de lo más ensoñador, pensar que iba a poder rescatar a aquel hombre moreno y de piel tostada le hacía caminar por los pasillos como si volara y mirar el reloj cada cinco minutos, eso por descontado.
Y por fin llegó la hora de acudir a aquella cita tan importante de aquel día. Detrás de un bloque de viviendas nuevo se alzaba una casa misteriosa, toda de cristal del más transparente y cristalino, con llamadores en forma de cronómetros y multicolores escaleras, verjas y todo un prado alrededor tan verde que desentonaba completamente con lo árido de la zona.
Carol llamó al portero automático, dado que el llamador no funcionaba demasiado bien, habían transcurrido cinco minutos y nadie le había abierto todavía. Otra voz, la misma, o eso le pareció, le hablaba:
-Si?
-Buenas tardes, tengo una cita concertada, señorita. Por favor sería tan amable de abrirme la verja y la puerta que veo al fondo?.
-Pase, pase, se abren al mismo tiempo, yo le abro.
Efectivamente las dos puertas, tanto la exterior como la de dentro, se abrieron al tiempo y Carol penetró en aquella casa de cristal desde donde podía ver la ciudad y en medio de la misma un cuarto completamente blindado, nada de transparencias.
Parecía el corazón de la casa y hasta hubiera jurado que sus paredes latían. Tenía forma de caja fuerte y de detrás salieron un hombre y una mujer enfundados en trajes extraños. No se les veía el rostro porque iban tapados hasta los ojos, unos ojos que parecían más bien bombillas y unos largos brazos, más largos de lo normal la invitaban a girar la cerradura de aquella enorme puerta que daba acceso a la especie de caja del interior de aquella casa.
Carol no se lo pensó dos veces y así lo hizo. Giró la rueda gigantesca y vio como los seres extraños entraban primero. Estaba muy oscuro y fue entrando lentamente hasta que la escasa luz se acomodó a sus ojos. Los seres la invitaban a tumbarse en una camilla transparente y fría que se encontraba situada en el centro del cuarto oscuro. De pronto notó algo frío en su cabeza y una música relajante, sonaba a mar, a agua, gotas de cualquier chup chup de cualquier tejado de cualquier dia de escasa lluvia en la ciudad y un sueño tierno, dulce y maravilloso la envolvió.
No sabía el tiempo que había transcurrido, lo único que sabía era que se había quedado dormida dando vueltas al café y mirando el reloj se dio cuenta una vez más: Carol, olvídate de recoger a tu madre, ni de encargar nada ya o... llegarás tardísimo a trabajar...
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