19 abril 2009

Es la hora


Ha llegado la hora. Ni la trato de evitar, ni remite, ni se aplaca, ni prescibe....aquí sigue, a mi lado, sobre mí, dentro de mi ser.
He intentado hacer otras miles de cosas para calmarla pero me ha sido imposible, hay algo que me empuja siempre a terminar en el mismo sitio, en la misma situación.

Tampoco hay por qué atormentarse ni avergonzarse de algo así, simplemente he aprendido a vivir con ello, con ese prestar atención a esa pequeña luz verde, a estar envuelta de semi-oscuridad y a dejarme llevar.
He vuelto a tragar saliva más aprisa de lo normal, algo me quema por dentro y es cuando empieza el baile de imágenes, el cruce de palabras que en su día provocaron esa reacción en cadena que todavía no ha terminado.

Y yo he decidido agotar ese caudal, puede que sacándolo todo de mi interior termine por secarse, no lo sé, pero me tienta comprobarlo.
Es la misma hora, mi cuerpo ligero de ropa comienza a sudar sutilmente. Hace una hora que apagué la calefacción y sin embargo mi lengua y mi boca se secan.

Arrastrando mis babuchas llego hasta la cocina y tomo un solo cubito de hielo que deposito con las pinzas en un vaso alto, que lleno de algún refresco sin gas que al menos la apague por dentro. Té estará bien.
Y bebo, mi garganta se calma, pero...¿y el resto?. No llega a ser una sensación incómoda pero sí algo comprometida, sobre todo por los giros que inconscientemente realizo en la silla y porque mis ojos se quedan en blanco pensando en quien no debería pensar.

Mi mente empieza a jugar conmigo y yo intento despistarla y distraerla con voces de otros lados pero no, es el aleteo de lejos el que ocupa el centro de mi sistema neuronal.
La respiración otra vez, se vuelve pesada, cansina, y quiero gritar pero no puedo, quiero pero no quiero y un suave roce en la distancia, fruto de mi imaginación, es como si tocara el mando en off. Un off muy sensual, cargado de emociones y sensaciones que no me pasarán inadvertidas. Al otro lado alguien se pregunta qué hago, qué me pasa, donde estoy. Contigo en la distancia, no importa la que sea, ni que estés o no estés, me posees.

No como un dueño de etiqueta estabñecida con su precio y su cartón, no...

No como alguien, sino como algo reserva de licor que alimenta el fruto de mi pasión...

No por nada en concreto, simplemente ocurre y es cálido, amable, suave, tierno, bello...
A mí no me importa, por qué te va a importar a tí?...

Yo no sufro ni padezco, simplemente lo disfruto, sin más...
Ni menos, porque ese alimento aumenta la fuerza que día tras día se escapa por mi rutina: energía desbordada de 20 diablillos que se pegan a mis faldas, que se sientan mal en sus pupitres y me miran con cariño...

Como yo te miraría a tí si estuvieras aquí...
Pero no te veo, solo te siento, y ese fue y será ya para siempre el mayor pecado que yo cometí...

Pecado amable, suave y dulce que viaja del sueño a mi vigilia así como del uno al otro confín.