Gheisha Shui

Y un día se dio cuenta de cómo le miraba.
Se llamaba Shui, morena, de piel blanca nacarada, cejas perfectas, ojos negro como la noche, nariz linda y graciosa, labios carmesí y una sonrisa que no podía aflorar ante la presencia de un hombre, solo lo justo, un leve resbalar de unos labios que no debían despegarse.
Él visitaba el pequeño antro cada tarde para mojar su garganta contaminada del aire acondicionado de su despacho, demasiado picor en el cuello donde empezó a alzarse y descender su pequeña nuez cuando a través del humo la vio, al fondo, entre las mesas, mesitas y sillones de una multitud que se paralizó por un momento.
Arropada tan solo por una ligera bata semi transparente de color visón, dejando entrever un cuerpo apetecible que sintió deseos de tapar, de ocultar ante cientos de miradas que en aquel momento parecían estar de más allí.
Y Shui también le vio a él, agachando inmediatamente la vista al suelo en señal inequívoca de debilidad o de fuerza, eso el tiempo lo diría, pero se acercó a aquel hombre de pelo negro y gracioso, con aquella mirada cansada pero vivaracha, una gran nariz y una boca tan apetecible como el cuerpo de Shui, que no lo miraba con la vista, sino con los ojos de un alma irreconocible entre tanto humo, bruma oscura de antro perdido en el viejo muelle de cualquier país del lejano oriente.
Ni ella misma sabía por qué se había acercado a aquel desconocido, caminando muy despacio, arrastrando los pies contra el suelo hasta llegar a él, algo en el ambiente, enrarecido ambiente, hacía presagiar tal vez una bonita y corta historia de luz y color.
Como un impulso inevitable, la pequeña, fría y nacarada mano de Shui le arrastró a un cuarto más tranquilo donde solo había un catre color burdéos y una luz tenue que lo envolvía todo.
El cinturón de aquel hombre cayó al suelo en cuestión de segundos, después el pantalón y por último el polo que ocultaba el torso donde se escondía un pequeño corazón caliente que no cesaba de palpitar.
Al ritmo de aquel corazón, unos besos suaves empezaron a sonar, unos besos carmesí que fueron correspondidos con aquella boca que a Shui tanto le había gustado porque le recordaba a una piña fresca de dulce sabor y vivo color.
Las manos comenzaron su armónica y suave trayectoria y dos cuerpos se fundieron en uno y con el amanecer.
Hoy Shui busca de nuevo ese amanecer en un cuarto blanco con vistas al mar, al horizonte, bajo un ventilador y al abrigo de la luz de un monitor.
La noche ha caído y Shui vuelve a sentir ese pequeño ahogo que eleva la temperatura de su cuerpo, un sudor caliente la recorre bajo el ligero vestido de gasa blanca. Se abre el escote pero no es suficiente, se sube la falda dejando que las piernas se refresquen pero no es suficiente, su lengua recorre los labios carmesí pero no es suficiente, bebe zumos de fruta pero no es suficiente y cuando empieza el jadeo decide salir al camino, el viejo camino del faro que sube hasta los acantilados.
Allí, gotitas de mar rocían su cuerpo pero no es suficiente, el vestido se le ciñe al cuerpo en una súplica que ya ni siquiera entiende, solo vive con ella, acompasadamente, al recuerdo de unos ojos pardos y unos besos húmedos y tranquilizadores, unas manos fuertes que apretaban su cuerpo contra el de aquel hombre caliente.
El baño de estrellas bajo la noche tampoco ha sido suficiente, así que desciende de nuevo el camino, gira la llave y entra en su cama por ver si el sueño viene.
Y viene y de nuevo le trae aquellos ojos encendidos y aquella boca hiriente, hiriente de besos poro a poro de aquella noche cargada de bruma, de humo, de luz de un sol naciente.
Y vuelve a nacer, la luz de un nuevo día la sorprende, con los ojos abiertos y el sueño despierto. Comienza un nuevo día, por fin todo ha cesado y solo así Shui puede ser una más entre un millón de mujeres, pasear por entre las calles con una sonrisa perfecta, una mirada inquieta que se pierde entre la gente, buscando siempre aquel hombre de antro fácil pero intención ingenua, sedienta de garganta, no de entrepierna.
Y los días pasan aquí bajo el sol, en espera de otras noches de calor aunque Shui ha aprendido a vivir con ello lejos de aquel antro de donde un mágico caballero la sacó.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home