Pensamientos venenosos

Alba no podía dejar de pensar. Eran las doce de la noche de un viernes cualquiera y no dejaba de pensar. Se despertó pensando, con aquello en la mente, que le estorbaba más que cualquier peso imaginable, por ligero que fuera le había torturado su tostada de mantequilla y mermelada de frambuesas, había arruinado su chuletada en barbacoa, su paseo hasta el pinar y sus tristes verduras en la cena. Era algo que no le permitía concentrarse en ver su capítulo favorito de la tele, ni leer su mejor libro. Acostada, con su pijama puesto y dispuesta a dormir una noche más, seguía inmersa en aquel pensamiento tan gigante, ¿Cómo desinflarlo? Con la verdad, la única, la auténtica, que aquello era demasiado pequeño y demasiado ajeno como para prestarle una mayor atención, que era el resto del mundo quien la pretendía cambiar y que no lo conseguirían jamás, que ella estaba bien como estaba, demasiado bien, muy bien, genial, y….zas, aquel pensamiento absurdo, se esfumó…..Y Alba durmió, soñó y vivió en paz.
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