26 abril 2009

Cinco Minutos


Una cosa es el "reto de Colón" y otra muy distinta la moda y/o manía de "destrozarnos" textos los unos a los otros, sí, como lo leéis. Y es que a enigma_x y a mi no se nos ha ocurrido otra cosa que crear un relato a medias, ¿y por qué? Bueno pues porque es evidente y mucho que a los dos nos gusta escribir, ahora bien, en una mezcla de estilos tan distintos…¿Cuál puede ser el resultado? Pues aquí está, señalizado con rosas la barrera entre el uno y el otro…..El comienzo es mio:

……….<<<<<<<<<@@@@@@@@@>>>>>>>>>>…………..

Y una nueva mañana despuntó. Era domingo, un domingo como otro cualquiera en el que básicamente Jimena sabía que se sentiría sola aunque había aprendido a vivir su propia soledad como algo apegado a ella de por vida. Al fin y al cabo siempre tuvo aquella extraña sensación, ¿qué más daba?

Un bostezo, miró el reloj que marcaba las nueve y media y tan solo pensó en una cuestión, ¿volver a la cama otro rato? Después del café siempre se preguntaba lo mismo cada domingo pero la respuesta fue no. Había tenido un sueño hermoso, sí, se acordaba de que fue hermoso, se acordaba de haber sentido una mirada cálida sobre toda ella aunque…tampoco tenía ganas de recordar nada más, le bastaba con aquello. Después de girar el termostato de la calefacción para intentar caldear la casa, se sentó ante una mesa gigante de despacho, color crudo, robusta e inamovible, como sentía su propio corazón en aquel momento y se dijo…"es el paso del tiempo, que me va curtiendo"…Abrió un cuaderno grande que sacó del primer cajón de aquella mesa-corazón e intentaba pasar las hojas buscando algo que la conmoviera pero…no ocurrió. Estática y fría como una fina taza de porcelana, buscó en su mente algún recuerdo que le permitiera sentirse como a ella le gustaba más, pero…no había mucho que no fuera lo mismo de siempre, sí, eso era, lo mismo de siempre: sus años de pintora, su orgullo personal, aquella salita de plenos, rodeada de hombres mayores que le hacían pensar demasiado quizás, tardes de encuentros, de miradas, de roces, noches de playa a la luz de la luna, de música y humo en aquella pista bajo la pirámide y de pronto….apareció ÉL.

ÉL era inteligente, culto, amable, tierno, sereno, encantador, buen conversador, atento, extrañamente educado, correcto y tantas y tantas cosas más….Leyó con verdadera pasión todo cuanto tenía escrito acerca de Él. No sabía muy bien como ni por qué pero alimentaba su tic tac más cálido, solo eso, porque el caso era que nunca se atrevió a nada más pero….le hacía sentir bien, tan bien que el impulso era inevitable, cogió su teléfono y después de apretar la primera tecla, borró el número y lo soltó de nuevo en la mesa. No, no tenía libertad para llamar, no podía escuchar su voz, su número estaba vetado, por mucho que él insistiera en que lo usara cuando lo necesitara. Jimena sabía a ciencia cierta que no era así. Suspiró y siguió analizando aquel caso curioso y raro de su solitaria vida.

A ÉL le encantaban sus escritos, o al menos le gustaba compartirlos con ella, sintiéndose un tanto privilegiado por ser el primero en leer lo que aquella cabecita loca descubría en su interior cada día. Compartían inquietudes, miedos, sospechas….Sí, sospechas porque algunas veces la sospecha les asaltaba en una paranoia inocua que les proporcionaba ratos de charla increíbles que siempre acababan intrascendentemente porque Jimena se perdía en unas vueltas de más que parecían molestarle a ÉL, una pena pero tampoco sentía libertad para expresarse, no sabía el por qué pero era así, o no lo sabía o Jimena no quería darse cuenta de que era un muro que ÉL levantaba para no ir más allá y eso….le parecía tan extraño…..sobre todo desde que ocurrió lo último, extrañísimo donde lo hubiere….

A Jimena le interesó bastante valerse de la red para promocionar su filosofía de vida y ÉL quiso ayudarla durante cinco minutos, los cinco minutos más extraños de aquella relación de bondad jamás acontecida y no podía quitárselo de la cabeza, ¿por qué después de decirle que le ayudaría se fue como si nada y no volvió a interesarle más? No podía ser así, lo rechazaba una y otra vez, allí faltaba algo y fue cuando anotó al margen:

"Querido amigo, sé que te ocultas para prestarme tu ayuda, para estar pendiente de mis cosas, para saber de mi….No puedo reprocharte nada cuando yo misma hice lo mismo hace ya un tiempo y tú me perdonaste pero….¿cuando acabará, cuando podré saber que eres tú y que estás, que siempre estuviste y estarás ahí a mi lado para compartir la línea de mi vida…..?"

En aquel momento, Jimena se miró la palma de su mano izquierda y recordó lo que hacía años le dijera una adivina: "En tu vida habrá dos amores, arrasadores, pero el primero te destrozará por completo, tendrás que aguardar el momento de una segunda oportunidad para recibir lo que en verdad mereces"

No, aquel hombre no era su segunda oportunidad, ella lo sentía diferente en lo más profundo de su corazón, su segunda oportunidad pudo ser Antonio, o Carmelo, como mucho Julio tal vez….pero vivir y padecer toda la vida las secuelas de segundona, no le dejaban fuerzas para aspirar ni tan siquiera a Julio, no…Prefería su soledad y la frialdad de sus textos antes de partirse el pecho por un cerebro masculino, un cerebro inteligente y bondadoso que no se conformara con ella como segundo plato, no, había sucedido demasiadas veces en su vida para aceptarlo a aquellas alturas, no….Elegía la soledad de un paseo ante un paisaje hermoso y bello y sus propios pensamientos antes que organizar de nuevo su vida y acoplar un valor más, desde el respeto y la importancia que le proporcionaba el paso y el peso del tiempo y de las vivencias, no.

Como fantasmas en la noche Roberto, Miguel, Alfredo, Juan Manuel, Jose y Jacinto aparecieron por su mente tal y como ella los recordaba: alegres, frescos, divertidos y….listos, muy listos. Jimena se sintió boba, muy boba y pequeña, casi diminuta aunque e incomprensiblemente todas aquellas sensaciones le devolvían algo de candor a su frío manto helado. Si cerraba los ojos podía escuchar, aparte del silencio, la sangre bombeando por sus venas y el latir de su corazón. Era entonces cuando su mente volaba y siempre volvía al mismo lugar, ÉL, su refugio, su espejo, su sonrisa más profunda y sentida pero perdida en sus pensamientos, aquella sensación se triplicaba y no sabía en quien pensar primero, ÉL1, ÉL2, o ÉL3. Parecían el mismo, suplementados, ocultos, el uno lanzó sus cinco minutos al vuelo, el segundo recogió el guante y el tercero parecía pretender alimentar cada golpe de tecla, qué locura de pensamiento porque en cambio, el genuino se sumía cada vez más en un silencio inconfundible, que siempre asustó a Jimena y era una pena, después de todo lo que habían vivido juntos, después de tanta lucha porque ella subiera al podium que según ÉL le correspondía, después de romper el espejo y cruzar abismos y volar desde los rascacielos más altos….después de todo aquello, volvió a anotar al final de la página de su cuaderno:

"Querido amigo, he decidido ir hasta un almacén de construcción imaginario, adquirir los materiales que preciso y volver a levantar el muro que tú y solo tú derribaste. Tu silencio así lo pide, o yo lo entiendo, tu apatía me hace dar este paso atrás, tu desgana me conmueve y bajo mis pies noto el rastro de aquellos pedazos que cayeron al suelo y que acabarían siendo arena con tu ayuda pero…..¿donde está?..."

………<<<<<<<<<@@@@@@@@@@>>>>>>>>> y enigma_x lo continuó así:

Los pensamientos de Jimena le habían sumido en una profunda ensoñación despierta. ÉL, ÉL, ÉL... Sonaba en su cabeza como un intenso alarido que iba del dolor al placer en una línea extrañamente discontinua que no dejaba diferenciar lo bueno de lo malo. En el fondo no sabía hacer otra cosa. Su mirada, sus pensamientos tomaban siempre búsquedas alternativas, las más dolorosas pero también las más reconfortantes. No había día en que no creyera volverse loca por momentos. Sin embargo, lejos de la locura, la realidad era la que ponía su mente en razón a cada intencionado desvío del camino marcado.

Jimena se reclinó sobre la mesa. El cuaderno era un reflejo de sus sentimientos. El teléfono, a un lado, aguardaba la llamada pendiente hace meses. Era prisionera de sus propios miedos, o quizás cautelas adquiridas por la experiencia de la vida.

La mañana de aquel domingo se había tornado en un momento que sintió crucial dentro de ella. "¿dónde está?" releyó en su cuaderno.

- ¿Dónde está? -murmuró para sí misma.

Había tomado una decisión: Buscar aquello que no encontraba. Era un arrebato instantáneo pero decidido. Tomó el teléfono, buscó el número en la agenda, leyó su nombre... ÉL. La imagen formada gracias a pensamientos e inexactitudes acudió a su mente. Era tan fácil pulsar el botón de descolgar y escuchar su voz... que prefirió cerrar bruscamente el móvil y recostar su cabeza en la mesa, incapaz de seguir adelante con los pensamientos contradictorios que volvían a acecharla una vez más.

De repente sonó el teléfono. ¿Una casualidad? Por qué no. Miró la pantalla, era su amiga Isabel.

- ¿Dígame? -descolgó sin obtener respuesta- ¿Isabel? ¿Isa, eres tú?

- BUSCA... BUSCA... -se escuchó de repente en un susurro que era difícil de identificar como masculino o femenino.

- ¿Qué...? ¿Es una broma?

- BUSCA... -y colgó, fuera quien fuera, como un lamento.

Desubicada, enseguida marcó el número de Isabel. Tras varios tonos de espera escuchó la voz de su amiga, como siempre.

- Si, ¿diga?

- ¿Isabel? -preguntó aún asustada.

- Jimena, hola, ¿qué pasa? Me has despertado...

- Nada, perdona... ¿estabas dormida?

- Ya te he dicho que sí, ¿qué te pasa? Tienes la voz rara...

- No pasa nada, perdona.- colgó sin despedirse.

Jimena dejó lentamente el teléfono en la mesa frente a ella. No sabía que pensar, estaba tan abstraída que llegó a dudar incluso de que acababa de suceder aquello Se detuvo a escuchar el silencio que le acompañaba en sus geométricos pensamientos.
Alguien llamó a la puerta. Parecía que aquella mañana no estaban dispuestos a dejarla tranquila. Cautelosamente se acercó a la puerta dispuesta a no abrir a ningún desconocido. Estaba ligeramente alterada tras el suceso de la llamada.

Por la mirilla de la puerta no divisó a nadie, aunque pudo ver que había algo en el suelo. Dudó más de lo necesario en abrir la puerta y comprobarlo. Era un ramo de flores marchitas. No quiso cogerlo, aunque la curiosidad le llevó a mirar la tarjeta. En una pequeña cartulina blanca adherida al burlesco ramo solo se podía leer "TÚ". Confundida, comenzaba a tener una ligera sensación de mareo e irrealidad propia de los malos sueños, aunque tenía la certeza de estar despierta. Dio una brusca patada al ramo que se deslizó deshaciéndose por el pasillo. Rápidamente Jimena cerró la puerta y se recostó apoyando la espalda en la misma. Se llevó las manos a la cara y frotó sus ojos con incredulidad. TÚ... pensó.

Arrastrando los pies volvió a sentarse frente a la mesa. Allí seguía el teléfono y su cuaderno... abierto. Estaba segura de haberlo dejado cerrado, aunque empezaba a dudarlo. Sin embargo lo más sorprendente fue lo que encontró en él: La palabra DESESPERACIÓN repetida infinitas veces en las páginas abiertas. DESESPERACIÓN... pasó sin dar crédito a otra página, y otra, y otra... DESESPERACIÓN... DESESPERACIÓN... DESESPERACIÓN...

Con lágrimas en los ojos tiró temblorosa el cuaderno al suelo. Estaba inmersa en una pesadilla muy real, ¿cómo habían llegado esas palabras hasta su cuaderno? Se detuvo un momento. Era imposible, pero quizás hubiera alguien en la casa. Eso le asustó aún más, no sabía que hacer, sus piernas temblorosas no respondían y su corazón se aceleraba por momentos.

Algo vino a su cabeza sin razón aparente. El sueño de la pasada noche, la mirada fija en ella, aquella mirada cálida... ÉL. Una sensación intensa de calor invadió su cuerpo hasta hacerla sentir realmente mal. El teléfono sonó nuevamente. No tenía ninguna intención de cogerlo, sentada en la silla, como atada por sus propias cábalas mentales. Un gemido salió de su boca cuando el teléfono pareció descolgarse solo.

- BUSCA... BUSCA... -se escucho el tétrico susurro de nuevo, como si alguien hubiera descolgado y conectado el manos libres que hacía retumbar aquella agónica voz en la habitación- BUSCA...

El teléfono colgó por sí solo. Aterrorizada Jimena se levantó en un impulso de fuerza y corrió sin destino preconcebido por la casa hasta llegar al baño, donde neutralizada por el pánico cerro la puerta e instintivamente se fue al suelo.

Sentada en una esquina, con la cabeza entre sus piernas y los ojos cerrados con fuerza quería que todo eso no estuviera sucediendo. El silencio ahora era una tortura.

Tuvieron que pasar cinco minutos hasta que Jimena recuperó ligeramente el sentido común a base de auto convencerse a sí misma de que no pasaba nada. Sin embargo cuando abrió los ojos le esperaba algo aún peor: El ramo de flores marchitas estaba frente a ella, destrozado. Era imposible que hubiera llegado hasta allí. Podía leer perfectamente la cartulina abierta con el simple escrito "TÚ".

Jimena se rindió y cayó desmayada frente al cúmulo de impresiones a la que se había visto sometida. Inconsciente, algo pasó por su cabeza. ÉL... su mirada... BUSCA... el teléfono... TÚ... las flores... DESESPERACIÓN... el cuaderno...
ÉL... aquel sueño... BUSCA... aquella voz... TÚ... aquel ramo...

Jimena abrió los ojos de repente. Se vio a ella misma con la cara demacrada. Era su reflejo en el sucio espejo del baño. Había algo escrito en sangre, una única palabra... MUERTE. Alguien se abalanzó sobre ella sin tiempo de reacción.

"ÉL... BUSCA... TU... MUERTE" fue lo último que pasó por su cabeza antes de caer sin vida sobre las frías baldosas del baño. En su muñeca ensangrentada el reloj marcaba las 9:35 AM.