Cínicos

Sole ha quedado con Juan. Tomarán su primer y último café. Le dirá por fin el por qué debe ser así. Le explicará que él nunca ha muerto de amor, ni conoce la amargura ni la tristeza ni el deseo de tenerle cerca porque su mundo es de alegría y de color.
E intentará explicarle que va de flor en flor porque aquel día que iban a verse, alguien más los vio y debe cambiar la imagen del espejo para que solo él la conozca pero que en su reluciente girasol cada pipa cae con ternura sobre su vientre enfundada en palabras sentidas que nadie más comprende, sentidas desde lo más profundo de su ser, seguras como una caja de caudales de oro macizo porque cuando la pipa central de aquel girasol se paró y dejó de latir, solo él estaba allí para cuidarlo, mimarlo, acariciarlo, y enviarle un soplo de brisa, de resplandor y de vida pero debe ser así.
Si, se lo dirá y tenderá su mano de nuevo, puede que un roce cálido apague entonces su fuego.
Y Juan, nervioso, le dirá por fin que él también ha sido un cínico, que las cartas eran suyas, que el deseo era suyo, sincero, que despertaba por las noches y sabía que la encontraría, sabía perfectamente cada movimiento de su vida.
Estaban a la par, ella desconocía el deseo ardiente y siempre oculto de Juan y Juan desconoció la carita de Sole hasta el mismo día que ella tiró la toalla, no va más…tú ganas, Juan, no me cuentes que soy tuya, sigue teniendo miedo, yo seguiré con mi juego.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home