23 abril 2009

La boda


Cuenta una historia que una primavera cualquiera, una mujer acudió a un pueblo pequeño de una sierra para asistir a la boda de su amiga. Un año antes, la misma mujer leyó y bebió lágrimas con ella porque huyendo de su propio presente, Carla llegó aquel viernes hasta un río, estaba helado pero lavó su cara llena de lágrimas y fue como si el sol volviera a salir, de nada servía llorar, el daño ya estaba hecho, era irreparable. Atrás quedaron los kilómetros y kilómetros de su lejanía aunque en el corazón las distancias se acortan.
Aquella manía suya de sentirse culpable de todo y por todo la acongojó un poco pero allí, sentada en el suelo, junto al río frío, alzó la vista y miró a lo lejos y fue entonces cuando pudo distinguir claramente entre los árboles una casa de madera. Se levantó y se acercó despacio, oyendo ruidos desconocidos que la atemorizaban un poco pero ya no era ninguna niña y no sabía muy bien porqué no había vuelto al coche, esa inseguridad se mostraba algo inoportuna. En aquel momento, tanto la casa como el vehículo distaban lo mismo de Carla, así que tuvo que decidir y optó por acercarse a la casa.

Al llegar frente a ella se topó con una cadena atada a dos mojones, uno a cada lado, como significando que la puerta de entrada debía estar ahí, una verja bonita tal vez, o quizás solo un muro con una pequeña puerta, ¿quién sabe?, aquello sería decisión de su dueña más bien y años después.
Aquel día Carla se pudo colar dentro del recinto que ocupaba la casa y todavía más despacio aún, desconfiando de lo que podía encontrarse detrás de aquella cadena, miraba a su alrededor todavía localizando el coche, por si debía salir corriendo, el silencio era tan inmenso que la descolocaba por completo, al menos junto al río era capaz de escuchar el agua como corría corriente abajo, dejando en sus oídos una musiquilla muy particular, pero allí no se oía nada, todo era silencio, ni un pájaro, ni sus propias pisadas, nada.

Según avanzaba, los latidos de su corazón se iban haciendo los dueños de la situación, pero no abandonaba, algo presentía por otro lado que le hacía permanecer allí, aquello no era una película de terror, solamente un bonito paraje con una casa en medio, una hermosa casa de madera, que bien podía recordar a cualquiera a un refugio, en plena naturaleza, rodeada de hayedos tan juntos que lo malo sería intentar correr por dentro de ellos, pero la explanada le ofrecía cierta seguridad, al menos por el momento.
Con suavidad y tacto uno de sus pies tocó la escalera que se le presentaba para subir hasta la misma puerta de la casa, una escalera entarimada con madera barnizada muy brillante y que crujió al ser pisada, aunque eso no frenó a Carla para nada, sino que con decisión llegó hasta el porche del que prendía un farolillo negro típico de jardín que se mecía sin duda a merced del incipiente aire que se avecinaba por la sierra, nublos que de pronto envolverían a Carla en la duda de…¿entrar, no entrar?, ¿llamar, habrá timbre?.

No, el timbre no aparecía por ninguna parte pero el picaporte cedió enseguida mostrando una estancia bastante acogedora y silenciosa y a la que no se pudo resistir, haciendo la pregunta de rigor en esos casos: ¿Hay alguien en casa?, ¡Hola!.

El silencio se apoderó del eco de aquellas afirmaciones y preguntas devolviendo a Carla a la realidad más acuciante. No sabía si hacía bien o mal, la estancia era agradable pero sentía como estaba allanando una morada que no le pertenecía, solo le atraía, le gustaba.

El frescor de una noche a punto de llegar le ofrecía calor y comodidad allí dentro pero se sentiría más segura con un anfitrión o anfitriona que le abriera y permitiera el paso, no que lo estaba tomando por su cuenta y eso en el fondo le molestaba, le incomodaba hasta tal punto de volvérselo a plantear y girar en redondo para abandonar aquella casa.
Pero fue entonces cuando escuchó una voz melodiosa y varonil que le ordenó quedarse quieta…

-No te vayas, quédate conmigo.
Carla miraba y miraba asombrada al principio pero aliviada porque allí había alguien más, el dueño de aquella casa, una voz de hombre cuyo cuerpo no encontraba, no distinguía entre la oscuridad que se adentraba poco a poco por cada rincón de la estancia.

-Si?? Hola, hola…quien hay?? Y…donde??...No te veo…
-En la escalera…

En una dirección de la casa de la que Carla ni se había percatado, apareció entonces la silueta de un hombre sentado en los escalones de una escalera que debía conducir a la parte superior de la estancia. Cabizbajo y apesadumbrado, apenas pudo distinguir su pelo oscuro y una prominente naríz. Carla se puso frente a él y le saludó cortésmente..
-Hola, no te había visto.

-Yo a ti si, te he llamado, te he esperado y ahora te vigilaba, espiaba tu valentía y aguardaba tu reacción, eres muy correcta, eso me gusta pero…no te marches, quédate conmigo hasta mañana al menos.
-Nos conocemos??...

-Si, desde siempre, desde el principio de los tiempos, solo que no nos hemos tratado mucho, una pena.
-No veo tu rostro, pero tu voz tampoco la reconozco, así que no creo conocerte, tú a mí si??

-Si, desde que llegaste a ayudar en la boda de tu amiga, te vi vestida con aquella ropa de Dior y ya no pude apartarte de mi pensamiento.
Por un momento, Carla se temió lo peor…

-Estás trastornado, me vas a hacer algún daño? Si es así, prefiero saberlo, no tengo escapatoria ni fuerzas para salir huyendo, no me serviría de mucho.
-No, no, todo lo contrario, Por qué piensas eso?? Solo he sido sincero, me gustas, te he descubierto como una caja de Pandora, desde lo más sutil hasta la inmensidad de tu belleza, un cuerpo blanco de cera al que no podría hacer el más mínimo daño, solo quiero protegerte y solo deseo tu compañía, nada más.. Arriba aguarda una habitación con cerrojo, es la mía, te la cedo, dormirás más tranquila, la noche acaba de llegar…

Por un momento Carla miró a través de una ventana cercana y comprobó que se había hecho noche cerrada. Podía tomar una linterna y volver hasta el coche para irse pero curiosamente también deseaba pasar la noche allí, misterios del cerebro de una mujer que no teme a nada y le teme a todo, contradicciones del alma pero….¿qué hubieras hecho tú, hubieras permanecido allí una sola noche al abrigo de un desconocido?.....