10 abril 2009

Te extraño tanto...


Llegué arrastrando mis piececitos, como siempre, desde la fina arena de tu orilla. Sigilosa, no quería sorprender tu despertar de olas que bramaban furiosas y no sé muy bien por qué. Te olí. Olías como siempre, suave, penetrante, embriagador.....
Dejé que lamieras mis pies con tu dulce espuma para despertar una pequeña ración de cosquillas en mi estómago que revoloteaban como mariposas que buscan dónde depositar sus patitas.

Me quité el vestido y lo lancé lejos de mi espalda para caer en tus redes inmensas, frías y tibias al mismo tiempo.
De una carrera fui tuya, mar adentro me cubrí con tu amoroso líquido elemento hasta dejar de ver, de oir el mundanal ruido, de oler el aire que respiro......te sentí.

Noté cómo me abrazabas, noté como me envolvías, noté una vez más mi complejo de sirena, ese que hace que asome mi cabeza solo cuando ya no puedo más contener la respiración.
Te beso con mis labios, te acaricio con mis manos, te poseo con mi cuerpo desnudo bajo tu preciado elemento azul y blanco, lleno de espuma a mi alrededor.

Giro sobre tí, bailo para ti y hasta a veces me parece que te ríes conmigo en la inmensidad de tu color, de tu sabor y de tu alegría.
Avanzo más y más sin miedo, hacia tu horizonte que me mira, que me invita, que me llama, me domina.

Y de nuevo tomo ese aire que necesito para zambullirme una vez más dentro de ti. Es una sensación que me llena y reconforta, me hace tuya, sin compasión, sin permiso, sin miedo ni dolor, nada.
A solas, tu y yo, tu inmensidad y mi pequeñez. Tu vanidad y mi humildad. Tu aliado, el sol, que te ilumina, que te acaricia como yo, que refleja sueños e ilusiones allí abajo, en tu interior. Donde yo quisiera ir si fuera sirena. Junto mis piernas y las muevo al compás de que lo fuera, pero....no lo soy. Me faltan las escamas, me falta el aguante para no tener que mirar al sol cada vez que se acelera mi corazón y me tengo que salir de ti, mi amor.

Cuánto te extraño ahora que no te tengo. Cuánto me acuerdo de ti y solo han transcurrido dos días. Dos días que no iluminas mi ventana. Dos días que no te toco, que no te huelo, pero te siento formar parte de mí.
Tú sabes que volveré a enredarme en tus redes. Que saldré a navegar en mi barquito pesquero para que tu brisa me acaricie y me lleve lejos, muy lejos, donde me lleve el horizonte que marca tus dominios. Por donde sale el sol para esconderse más tarde. Lejos de todos y de todo por un instante. Donde poder desnudarme y entrar en ti, caricia fiel, caricia limpia, caricia llena de soledad, caricia infinita, perdida, cercana, fria...
Cuanto más profundo eres, más frío te vuelves, pero me gusta. Al caer en ti, mi cuerpo templa tu inmensidad, te reconforta, te da calor, me siento útil, por fin....Y yo me refresco, es un intercambio justo, acertado y placentero. Silencioso, casi mudo.....Yo solo escucho un susurro, tu susurro de alta mar. Pero no hablo sola, aunque yo sé que escuchas mis pensamientos, los que me dicen que bien me encuentro, qué dulce, tierna y hermosa sensación me regalas, como un don.
Me perdería en ti, en tu inmensidad, si no fuera porque necesito respirar y no estoy loca, solo por ti, mi mar¡¡¡¡.

Me dejo acariciar, besar, lamer, mojar.....pero el tiempo pasa y debo regresar a la orilla. Una voz pequeña, muy pequeña me llama, le das miedo aún, se pierde ante tanta inmensidad.
No puedo ser del todo tuya, y lo sabes.

Yo me escapaba cada mañana para estar contigo, pero su voz es una campanita que me atrae como la luz, es mi niña. Mi niña, mi mar, imposible decidir, tenemos que compartir. Aprende a vivir sin mí unos días, mar.....Volveré y tu lo sabes. En cuanto tenga un momento, eres mi amante, mi amado, mi dueño y señor. Ella es mi niña, mi campanilla, mi cascabel, mi mayor orgullo y mi mejor emoción...