Tus fotografías.

Las he mirado tantas veces....Hoy es uno más de todos.
No tengo otra cosa para estar cerca de ti, solo este puñado de fotografías que saqué entre chupito y chupito aquellos días que nos conocimos.
Las miro muy despacio, como queriéndome perder en brazos del tiempo. Intentando detenerlo, sin pensar en nada más.
En esta tienes cara de malo, con lo bueno que tú eres....¡Qué raro¡, pero solo bromeabas ante la cámara puesto que decías que aquel no era un día cualquiera, sino un día muy especial.
Y en estas dos no se te ven los ojos, pero si esos hoyuelos que te hacen tan apetitoso para mí. Hay algo más que me gusta, y es tu boca, ni abierta ni cerrada del todo y....ya sabes lo que opino sobre eso, te lo he dicho muchas veces, mejor lo dejo así.
En esta te comería, porque mira que estás gracioso en pantalón corto y esta otra es mi favorita, y lo sabes, no hace falta que te lo repita.
Es una tontería, y lo sé, pero igual que la tele nos distrae y nos divierte, si yo me pongo a mirar esta foto podría inventar todo un mundo aparte, un planeta nuevo que se llamaría.....”TU”, donde el aire suena a acordes y el sol ilumina mi sonrisa segundo tras segundo de los que poso mi vista sobre ti. Hay un solo prado verde y fresco donde sentarme a tu lado y con mis rodillas encogidas, abrazadas por mis brazos escuchar tu melodía, esa que me habla de ti, y que te acerca, que te trae hasta mí esos ratos que debería estar viendo cualquier serie de televisión pero...¿qué quieres?, yo prefiero escaparme a “TU”.
Mis ojos te rozan muy suavemente. Puedo recordar el aroma de tu cabello y hasta la suavidad con la que me hacía cosquillas en el cuello. Aquel roce de tu cara en mi mejilla y vuelvo a ver tus ojos clavados en los míos, todo un mundo de palabras allí dentro, que sin mencionar ni una, yo fui descubriendo día tras día y en silencio, el significado de cada una.
Y esos labios tuyos, que aunque estén cerrados, incluso sellados, me dicen tanto sin decir nada. Es como si pudiera escucharte aunque no me dices nada. Seguramente tú ya duermes, pero estás aquí. He secuestrado tu alma, un pedacito de ti, para que me haga compañía hasta la hora de dormir.
Sin querer, mi dedo recorre partes de ti. Es como una caricia lenta y mágica sin otro fin que el de aproximar esta distancia que ahora nos separa pero que no será eterna y mientras discurre el tiempo lentamente, mis dedos necesitan rozar este plástico de un álbum especialmente creado para ti. Sobre la portada hay un corazón de ribete plateado a modo de ventanita por donde asoma tu sonrisa, tus hoyuelos y esos ojos limpios que marcaron el destino de mi vida.
No sé cuanto tiempo seré capaz de estar sin ti. Puede que mañana ya no me acuerde de sacar este libro de fotografías sobre la mesa, o puede que hasta que me asome a mi ventana para verte aparecer, lo mire todas y cada una de las noches de mi vida. Eso no lo sé, pero de cualquier manera, me gusta mirarte, fijarme en ese cabello oscuro que contrastan tanto con tus ojos claros y luminosos. Y ese huesito de tu cuello que besé tantas y tantas veces aquella noche mientras todos dormían.
Mañana vuelvo a tomar el autobús de aquel viaje, aunque solo pasaré fugazmente por aquel sitio donde nos descubrimos, pero estoy segura de que al pasar, mientras leo el cartel de la entrada por la ventanilla, sin duda sonreiré ante tantos recuerdos como has dejado bordados en mi corazón y en mi alma.
Será un viaje distinto y distante, un viaje que algún día yo sé bien que me acercará hasta ti....
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