03 mayo 2009

Ja ja ja


Oculta tras sus gafas de sol, Carmen contemplaba la ciudad, la hermosa ciudad de Barcelona a la que había llegado procedente del sur. Allí arriba, tan cerca del Pirineo, se respiraba distinto, olía a paz, el aroma era suave y húmedo, nada asfixiante. Su abrigo de paño jaspeado la protegía del frío y su melena larga le servía de bufanda a la par que se subía el cuello de aquel trapo moderno, a la última moda, la imagen siempre fue esencial y la coquetería, algo femenino y natural.

Su amiga Amalia, que la acompañaba, reía y bromeada a su lado mientras le decía que parecía una gánster. Carmen se sonrojó, con lo buena persona que ella era y parecer aquello, tenía miga….

La hora de llegar a tiempo de comer al hostal se les echaba encima, había que preguntar por la calle en cuestión y no era nada fácil dada la barrera del idioma
pero con esa simpatía que siempre caracterizaba a la mujer andaluza consiguieron que un señor muy atento y amable casi las llevara de la mano al hostal AGUA VIVA, donde les esperaba Pura, la nueva jefa de Carmen y de Amalia. Al ver a las dos mujeres, las reconoció enseguida, eran otros tiempos y las fotografías se enviaban en sobres de papel con sellos de correos y en blanco y negro pero Pura era muy observadora y solo el gesto de una de ellas, el de Carmen al sonreír, le fue más que suficiente para reconocerla incluso detrás de las gafas.

-Bienvenidas, macas, ¿dispuestas a trabajar duro? Mañana es vuestro gran día, el Congreso de Peluquería comenzará a las nueve de la mañana, así que os aconsejo que comáis, deis una vuelta pequeña por la manzana, que esto es digno de admirar y luego os relajéis todo cuanto podáis porque el Congreso acabará muy tarde y serán demasiadas horas de pie.

-Así lo haremos, jefa, pierda cuidado. El hostal es monísimo, parece un hotel de alto copete…-expresó Amalia-

-El Congreso es local y modesto pero cuidamos el más mínimo detalle, los grandes hoteles estaban ocupados por nuevos profesionales que llaman ejecutivos de modo que no nos quedó otra que recurrir al mejor hostal de toda la ciudad, no tenéis más que ver las vistas de este salón, y la comida, todo de la mejor calidad, no desmerece en nada al Palace.

Era absolutamente cierto, aquel hostal disfrutaba de las mejores vistas de la ciudad, incluso el muelle del puerto se podía ver desde el porche de la gigantesca terraza que se abría tras una cristalera que rodeaba todo aquel salón. Carmen y Amalia comieron relajadamente todo cuanto les apeteció del surtido menú del buffet del que disponían y enseguida salieron con dirección a perderse por unas horas en la ciudad, tal como habían acordado con su jefa para retirarse pronto y descansar. Algo era algo, menos era nada, solo quedaba trabajar, que en realidad era para lo que ambas mujeres habían emprendido su viaje. Cuando volvieran a casa, llevarían de vuelta un diploma que las acreditaría como las más yeyés de la comarca, algo que les daría prestigio. En 1965 solo salir del pueblo donde siempre vivieron ya las convertía en heroínas en su tierra, pero si además de eso regresaban con un bonito
cartón enmarcado que hablara de un "Congreso en Barcelona" que pudiera lucirse en la pared de su modesta peluquería, no habría competencia posible y la flor y la nata de la región iría a peinar sus cabezas al salón de belleza Carmen y Amalia, era de ley.

En las maletas llevaban ropa para el día, bata de trabajo y en el alma ilusión, pero también miedo. Tanto Carmen como Amalia habían necesitado de la complicidad de sus madres para que ni sus padres ni novios se enteraran de aquello porque también estaba mal visto a los ojos de los hombres, unos hombres que en aquellos tiempos sentían que las mujeres de sus vidas les pertenecían y la ley les protegía, luego no quedaba otra que hacerlo a sus espaldas. Después de hecho sería diferente, ya se convertirían en valientes, ya estaba hecho, pero antes el permiso era impensable, qué absurdo, ¿no? Pero así era….y si las madres no aguantaban lo suficiente durante cuarenta y ocho horas, en cualquier momento podían ser descubiertas por su ofensiva valentía, de modo que se miraron en silencio, se despojaron de sus ropas poniéndose un camisón y se acostaron a leer para tener las piernas tendidas, algo recomendable para la circulación sanguínea. Si el día siguiente llegaba tranquilo, sería una buena señal, ellas harían su trabajo, un jurado lo examinaría y extendería aquellos codiciados cartones enmarcados en letras hermosas. Ellas los guardarían en sus maletas, recogerían todas sus cosas y fin del temor. Cogerían el tren de vuelta y una nueva vida se abriría ante ellas.

No había razones para llamar a casa sin ser descubiertas de modo que sus madres tendrían que valerse de la confianza en sus hijas y de su imaginación para entender que todo iba bien mientras Carmen y Amalia leían revistas y libros hasta la hora de la cena, una cena ligera que un camarero les subió a la habitación asustándolas un poco con la llamada en la puerta. Superado el susto, se comieron la ensalada y la fruta, escucharon un rato la radio y enseguida se quedaron dormidas soñando anticipadamente con el día del Congreso. Faltaba muy poco para lograr un pequeño sueño, de modo que fue una noche triste pero en el fondo muy dulce. La tristeza la dejaba latente la desazón de tener que hacer aquello, algo limpio y transparente, de la manera más misteriosa y torpe, pero la ley era la ley y absurdo pedirlo sin cogerlo, sin arrebatárselo a la injusticia, como dos furtivas que estaban cometiendo en parte un pequeño delito.

El miedo en el cuerpo durmió con ellas y a la mañana siguiente, la llamada desde la recepción del hostal desencadenó todo el nerviosismo de un par de mujeres en apuros por novatas, asustadizas y por tradición a padecer nerviosismo ante todo lo desconocido. La una chocaba con la otra en aquella espaciosa habitación, no encontraban sus batas, ni se encontraban demasiado espabiladas para la ocasión, les faltaba apenas una hora para encontrarse con su destino, convertirse en las mejores peluqueras de la comarca sur en Jaen, ahí era nada… Desde Barcelona con honor y valentía para la región entera, no podían quitarse de la cabeza las caras de todo el mundo cuando se enteraran de lo que dos jovencitas de aquella humilde localidad habían sido capaces por mejorar su negocio. La ley del más fuerte. De los débiles nunca se dejó nada escrito, ¿o era de los tontos? Ahora entraban dudas, un oportuno momento para dudar….Ya estaba todo preparado. Aquella planta del hostal era la planta
de los nuevos valores en artes de peinados y el mismo recepcionista en persona tenía orden de alentar habitación por habitación a sus habitantes pernoctadotas para que dispusieran del amplio salón y después de tomarse un café empezaran a dar forma a las cabezas que ya esperaban preparadas el arte de aquellas manos, cestas con rulos y pinzas, peines de diferentes tamaños, con púas, sin púas, cepillos de cerdas variadas, finas o gruesas y lacas de todas las marcas….

Así lo hicieron Carmen y Amalia y después de tomarse su café comenzaron a trabajar, a demostrar sus valías, primero lavando el cabello, después acondicionándolo, desenredándolo, cogiendo los rulos precisos en los lugares más estratégicos, porque unas veces convenía elevar el flequillo, otras aumentar el ángulo de la cara y en los distintos casos aquellos rulos de plástico sujetos por pinzas metálicas debían ser colocados en las más variadas de las posiciones, estratégicas de la imagen, según la carita de cada modelo…..

Cada participante tenía asignado un orden de intervención, de modo que no servía con mirar las cabezas que se alineaban sentadas en lo alto de la tarima para ir preparando mentalmente el trabajo, había que tener el número dorsal prendido de la solapa de la bata, un número del 1 al 12 que ellas mismas extraían de una urna de cristal ahumado colocada en el centro de la sala y dirigirse hacia la modelo con el mismo número. Aquel sería el tiempo disponible para improvisar e inmediatamente a la vez de llegar al centro neurálgico del trabajo, empezar la faena, aquí te pillo, aquí te mato, que se dice, no había otra posibilidad….

Después de recoger la cabeza se debía colocar una redecilla multi color sobre
ella e introducirla, con modelo incluída, en un secador-sillón y vigilar el trabajo,
como si se tratara de un flan o de un bizcocho porque aunque regulado el tiempo aquel artefacto se detenía solo, lo mejor era prestar un poco de atención mientras se iniciaba la segunda fase, el plantear y preparar las herramientas necesarias para acabar y mostrar el trabajo al público, que sería quien después votaría.

El primero en "saltar" fue el trabajo de Amalia, una modelo resultona que ofreció al público una cabeza encaracolada con pequeñas anillas que al secar ofrecieron un peinado desenfadado y muy jovial, favorecedor a todas luces y a cualquier hora del día o de la noche. Fue votada con un 7. Y minutos después el secador de la modelo de Carmen avisó de que había terminado su trabajo y Carmen, con total esmero y paciencia, terminó de cardar y colocar aquella cabeza de una modelo menos agraciada pero que presentó al público un recogido que después se haría famoso entre todas las novias casaderas de la comarca, mezcla de alto con bucles muy resultón y que cautivó. Llegó a obtener una votación de un 9.

La suerte estaba echada y muy clara. Si alguien obtenía un 10, Carmen ya sería sub campeona en aquel torneo, todo un honor, pero como ninguna de las 10 concursantes restante se acercaron al 10 en votaciones, para sorpresa de todos Carmen, aquella jovencita llegada de tan lejos, fue la reina de las cabezas por un día en aquel salón, por siempre en su memoria y en su corazón. Existen momentos de la vida que no tienen precio ni se olvidan.

Carmen y Amalia regresaron triunfantes a casa, no solo con el famoso diploma de moda, también con un trofeo en las manos, el de CAMPEONA. Y durante años aquella anónima y seguramente valiente modelo de cabeza de la época, lució junto al diploma y el trofeo, en la vitrina de honor del SALON DE PELUQUERÍA DE CARMEN Y AMALIA, que siempre se caracterizó por su originalidad, y su buen hacer.

Sus novios se enfadaron un poco, pero no lo suficiente como para que la sangre llegara al río y se les pasó enseguida, al fin y al cabo es imposible luchar contra los sueños de las novias cabezotas y Carmen era, es y siempre será muy cabezota, cuando se propone algo, hasta que no lo consigue…..no suele quedarse tranquila…..

Cuarenta años después Carmen tuvo una nieta, borrica como ella sola y hoy en día ya no se acuerda porque cada día se pregunta a quien habrá salido esa niña…..¿?. La respuesta es muy fácil, ¿verdad? …..