Relato de encargo...Para Román y otros...

El día elegido había llegado, en el calendario era sábado, cinco de enero del nuevo año ocho, dulce como un bizcocho, o así lo imaginaba María de camino a la estación, sola, como siempre, para encontrarse con su buen amigo Román, que la esperaba al otro lado de la vía.
Román, posiblemente acunaba en su imaginación un encuentro único, chispeante y provechoso ávido de unas intenciones masculinas con pinceladas de atracción desesperada….e instintiva.
María solo tenía en la cabeza escapar del caos y retomar una vida sana sin renunciar a saciar su curiosidad, quien era aquel hombre que le decía semejante cantidad de alabanzas y halagos expresados en cortas frases a través de pequeños mensajes?....
María debía realizar un trabajo de campo por la zona de Narón, de modo que avisó a Román, le llamó y se lo comunicó hacía una semana, margen más que suficiente para sincronizar intenciones, por lo menos…
-Hola, Román, como estás? Voy a pasarme por tu barrio, así que me he dicho…avisaré a mi buen amigo por si quiere verme, conocerme, ya que tenías tantas ganas, o eso decías….
-María, mi niña, nada me haría más feliz, vendrás sola o con tu guardián? Es para llevar el veneno preparado y echárselo en su copa cuando brindemos por nuestro encuentro…
-No me digas esas cosas, Román, que me asustas…
-Perdona, cielo, ha sido la emoción de la noticia, a qué hora llegas? Donde tengo que ir a verte y abrazarte?
-Será un viaje de ida y vuelta, Román, llego a las nueve de la mañana y vuelvo en el tren de las nueve y media de la noche, de modo que al salir del vagón, te esperaré en el andén media hora, no más, luego iré a hacer mi trabajo y estaré de vuelta a la hora acordada con la agencia para entregárselo, de acuerdo? Procura no retrasarte, mira que no te conozco y no puedo perder el tiempo esperándote…
-No te preocupes, allí estaré, encanto, pero dime, te reconoceré?
-Sí, claro que sí, recuerda que nos hemos visto por web cam, asi que me encontrarás a la primera, ya lo verás…y yo a ti también….
-Y como vienes solo para un día, no me va a dar tiempo de enseñarte nada…?
-Es lo que hay, Román, la distancia tiene estos inconvenientes, pero me pareció buena idea aprovechar la ruta de mi trabajo para complacerte al menos en algo, ya que en otros aspectos no puedo…
-Está bien, conforme, te lo dije una vez y sigo pensando lo mismo, no me retracto, eres un regalo divino y será un placer compartir contigo un día, es poco pero lo guardaré en lo más placentero de mis recuerdos…
-Pues allí estaré, un beso, Román, y hasta pronto.
María durmió y leyó acostada en la litera de su tren sin compañía alguna. De vez en cuando miraba por la ventana la soledad y la oscuridad de la noche e imaginaba un viaje distinto acordándose una y otra vez de su guerrero espartano convertido en mago gris, una asignatura pendiente que algún otro día como aquel debería superar o….catear, de momento le tocaba a Román, aunque los fines últimos fueran bien diferentes, aquello era encajar una visita en su agenda de trabajo, a su mago le dedicaría lo que él deseara, siempre, desde las 00 horas de aquel día, se la había metido en un bolsillo como un hada buena y plena de entrega, pero…por qué? Por qué ocurrían cosas así? Como saber la respuesta? Imposible….Ni aún viajando mentalmente entre el billón de sus neuronas lo entendería….No existía comprensión alguna, tan solo atracción, una ley física capaz de trascender e imponerse ante cualquier plano o fundamento.
Pensando en aquello se durmió hasta que el pitido del final de su trayecto devolvió a María a la realidad.
Ligera, se levantó, estiró un poco su litera, fue al pequeño baño del que disponía y se atusó un poco, lavándose la cara, los dientes, un poco de crema hidratante, colocó sus rizos con algo de agua y fijador y tomó de la maleta el vestido blanco decorado con hojas otoñales largo hasta los tobillos pero con generoso escote, siiii, le encantaba lucirlo, era tan atrayente, pero….si no le gustaba Román, por qué se lo ponía? En su maleta dormía otro modelo negro de terciopelo bastante elegante, pero sin saber por qué prefirió el de hojas, se calzó sus botas, la capa y salió del vagón no fuera que reiniciara el trayecto en dirección contraria y se quedara sin trabajo y sin visita.
Nada más bajar las escaleras, encontró una sonrisa amable que le tomaba de la mano para ayudarla a bajar, como un Caballero galante y ya sin disfraz….era su amigo, Román.
-Tenías razón, María, te he reconocido al instante, qué tal el viaje?
-Bien, gracias, Román, eres muy amable.
Román la abrazó suavemente y enseguida se apartó de ella para no incomodarla. María correspondió a su abrazo y le devolvió una sonrisa tranquilizadora. Su galante caballero la llevó a un buen sitio a desayunar, sabía que era el tiempo del que disponía para estar con ella y lo aprovechó al máximo. Dieron las diez, las once y hasta las doce en entretenida conversación, recordando todas las cosas que compartían de un tiempo a esta parte y que ahora se fijaban en la memoria y el recuerdo de cada uno, con alegría y esperanza de que nunca cayeran en el olvido: confidencias, espinas, temores y deseos sin pantallas ni espejos por delante, solo el calor del local y el humano, que era mucho.
Después, Román se ofreció para llevar a María donde ella debía realizar su trabajo, como un testigo mudo de su quehacer y ella aceptó encantada. Aquello alargaría un poco más el regalo de Román, que la miraba embobado sin saber qué más decir.
Pero estaba dicho todo, absolutamente todo y María volvió en el mismo tren a la hora convenida a Madrid, donde su vida le esperaba, aletargada y con un bonito recuerdo en su corazón, no fue solo un viaje de trabajo, fue algo más, fue una guirnalda coloreada en turquesa que María siempre luciría con cariño en la cuerda de su vida…..
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