09 marzo 2010

El viaje de Vera


Por fin había llegado a su destino. Cansancio, dolor por todo el cuerpo. Demasiadas horas de carretera y su manía de no querer parar porque la noche no le pillara desprevenida. Un último atasco para entrar en la ciudad y todo había quedado atrás. Su prisa por llegar tenía mucho que ver con una huída, pero claro, ella jamás lo reconocería, por supuesto.

La ciudad dormitaba medio en silencio, apenas se escuchaba alguna que otra voz a lo lejos, risas, parejitas en alguna esquina oscura con sus arrumacos y lo más penetrante de todo era un pitido sutil que sin duda provenía de la vía del tren que tantas veces cruzara de niña como un juego pero con mucho respeto, con la máxima atención a la barrera que la separaba de casa de tía Dérmil...¡Cuántos recuerdos¡

La maleta era demasiado pesada y Vera se encontraba algo debilitada por la falta de alimento durante todo el viaje, muchas horas sin comer y solo un litro y medio de agua en el estómago, aquello no era fundamento, no, no era un buen principio, de modo que recapacitó por una vez y se adentró en el viejo Polly, la tasca donde fuera a comer “rabas” la primera vez con los papás de su amiguito Edorta y con Edorta mismo.

Nada más entrar y sentir aquel calor, aquel aroma y aquellas vistas reconfortantes, se sintió de nuevo niña, oía su propia voz revoloteando por el local detrás de su amigo Edorta y de sus risas, hasta que una voz familiar la sacó de su ensimismamiento:

-Enéeeeeeeee, pero si eres tú, ¡la peke¡, Karmele, que es la peke¡, de verdad. Un abrazo, niñita.Cuéntanos, ¿y los aitás?, ¿vienes sola?, ¿cómo tú por aquí, remolona, que hace años ¡que no vienes a vernos¡?

Automáticamente Idoia se encargó de que Vera cenara como una reina y charlaron tranquilamente de todas esas cosas que charlan las mujeres cuando se reencuentran después de tanto tiempo, máxime cuando una de ellas ha vigilado y cuidado de la otra como de una hija propia, con la que compartía juegos de niñas.

Pero la amargura de Idoia, de pronto, afloró, y Vera no fue capaz de evitarlo, tenía que saberlo, sentía, en parte, que le correspondía saber, averiguar, qué pasó y nadie mejor que su madre y amiga para informarla.

-Si, hija, si, a Edorta me lo marearon con sus ideas, me lo robaron de mis alas, se lo llevaron bien lejos, al trópico, y cuando regresó ya no era mi hijo, pero yo siempre luché por recuperarlo, siempre, siempre, siempre.....hasta que un día, me pareció ver en sus ojos que mis palabras de amor y ternura corrían su tupido velo y entonces, me cogió de un brazo y me dijo....”ama, ahora vuelvo...., queda tranquila que voy a arreglar “esto”....pero ya no volvió, hija mía, solo me devolvieron su cuerpo, un cuerpo marchito que yo tuve que entregar a la Madre Tierra con todo el dolor de mi corazón. Hoy hace un mes.

Vera quedó muy abatida y como pudo se disculpó, estaba muy cansada en realidad para seguir charlando y saciada su curiosidad inicial y sus sospechas eternas, consideró más oportuno subir a casa a dormir.

Como era de esperar, Idoia le ofreció sábanas limpias, toallas, leche y agua –por si no había-, como hiciera una segunda madre amorosa que no es biológica, pero madre al fin y al cabo. Muy triste, casi llorosa y apesadumbrada llegó al piso donde viviera con sus padres haría unos....¿veintitantos años?, o más. Le sorprendió la facilidad con la que abrió la puerta, como si alguien desde dentro le ayudara. Al entrar, miró a un lado y a otro e incluso detrás de la puerta, por si existía una mínima oportunidad de que alguien le hubiera querido gastar una broma o una sorpresa, porque la puerta se abrió con demasiada facilidad. Conectó el automático de la luz, que funcionaba perfectamente en cuanto a suministro de corriente eléctrica en la casa, aunque, lo que no parecían ir tan bien eran las bombillas, que se encendían o apagaban justo a la contraorden de Vera, es decir: que ella encendía, la luz no encendía, que ella apagaba, la luz se encendía. Tal vez el enchufe estuviera, simplemente, del revés o permutados los polos de la corriente o de las llaves o de las conexiones, pero lo encontró normal, así que, se adentró hasta la cocina pasando por delante de un cuadro de cuerpo entero al que ni miró. Conocía aquel cuadro, había estado ahí toda la vida, pero con el rabillo del ojo y al cruzar, le llegó un flash mental: “Esa no soy yo.....” y entonces si que volvió al cuadro. Volvió a mirarlo, se enfrentó de cara con aquella imagen que reconoció al instante. Una figura blanca que en vida siempre vestía de oscuro....

Sería el cansancio que tenía encima. Lo mejor que podía hacer era irse a la cama. La preparó en un santiamén pero justo cuando se disponía a tumbarse en ella, una corriente de aire abrió el balcón de la habitación, lo que le obligó a cerrarlo de un golpe por que....abrirse, se había abierto muy fácil, qué fuerza tiene por aquí el viento, pero ya cerrarlo le iba a resultar algo más difícil.

Mientras Vera se debatía en un pulso con el portón, pudo ver a través del cristal dos cosas, primero y exteriormente, que llegaba una tormenta y de las furiosas, cientos de rayos se dibujaban aún sin sonido en el cielo oscuro y a cada claridad le parecía ver una carita familiar y dolida que estaría…¿dónde?, ¿tal vez detrás de ella?

Con un par de ovarios se volvió a mirar, pero no, no vio a nadie, aunque alguien había deshecho completamente la cama que ella había preparado con sus sábanas, su manta y su almohada hacía escasos minutos. Todo estaba arrojado en el suelo por lo

que a Vera ya no le cabía ninguna duda de lo que allí estaba viviendo en aquel preciso instante. Tia Dérmil le había hablado largo y tendido sobre las almas que buscan la luz cuando mueren violentamente sin esperarlo, de modo que se hacía necesario más coraje y preguntar. Y preguntó, en voz alta y clara:

-Alma sin luz, dime quien eres¡

El silencio lo envolvió todo por un momento y únicamente lo quebró el primer trueno de la tormenta que se iniciaba a su espalda, tras el balcón, que volvió a abrirse impulsado por una fuerza extraña.

Vera sintió un tremendo escalofrío que dominaba su cuerpo. Empezó a temblar como una hoja. Nunca había sido demasiado fuerte para aquellos temas que tía Dérmill contaba cuando ella era una niña y llegaba la hora de comer, sobre todo arroz blanco caldoso. Lo recordaba perfectamente, durante años fue como un ritual y en parte tal vez solo por aquel detalle no soportó nunca el arroz blanco caldoso, porque atraían a su memoria historias de espíritus, ¡qué tontería¡, ¿por qué no podía tía Dérmill contar historias de la vida y no de la muerte?.

Se cambiaría de cuarto, si, eso haría. Recogió las sábanas, la manta y la almohada del suelo y sin tocar nada más cerró aquella habitación y salió de allí escuchando los latidos de su propio corazón en el silencio de la noche.

Dejó su “petate” en la habitación pequeña, que estaba enfrente de la que terminara de cerrar dejando allí aquella especie de “ poltergueist” o lo que fuera aquello, tampoco es que le interesara demasiado, una cosa es padecer desde niña historias contadas de espíritus y otra muy distinta que investigara más. Ya había preguntado, ¿no?, como siempre decía tía Dermill que había que hacer y, respuesta no obtuvo, de modo que pensó en ocuparse de su sueño y de su descanso, que era lo único que le apetecía en realidad.

Antes de preparar la cama pequeña, aunque para ella sola era más que suficiente, fue a la cocina a oscuras. Quería beber algo, aunque fuera leche o agua, ya que no disponía de más. Abrió la nevera, donde había dejado el brik de leche que Idoia le facilitara unas horas antes y....para su sorpresa encontró un pedazo enorme de tarta de manzana, su favorita. Juraría que cuando dejó la leche no estaba, o no la vio....Además, seguro que estaba mala, a saber el tiempo que llevaba allí, o puede también que Idoia quisiera sorprenderla con aquel bonito gesto, pero no, porque Idoia no sabía que ella venía a la ciudad. ¿Quién pondría aquella porción de tarta allí?, era todo un misterio, sin duda. La tarta tenía una pinta estupenda. Daría solo un bocadito y si estaba mala, con escupirla, un trago de leche y listo. Desde luego parecía fresca, jugosa, deliciosa.La sacó de la nevera y buscó una cuchara. Todavía recordaba donde se encontraba cada cosa en la cocina y en toda la casa, aunque no había muchas cosas: un par de camas, un sofá, un reloj de pared, una mesa de comedor con media docena de sillas y otra en la cocina, donde se sentó tranquila a degustar su tarta.

Deliciosa....¿para qué se iba a preguntar nada más?, se la comió y después un vaso de leche, a ver si por fin podía dormir algo.

El reloj de pared empezó a hacer sonar sus campanadas, ¿qué hora sería ya?. No podía ser, ¡las campanadas pasaban de doce¡ Eso es que había contado mal, pero no, si lo gracioso es que sonara, ¿quién le daba cuerda, si allí no vivía nadie?, estaría estropeado, o peor aún, en el caso de que los relojes pudieran volverse locos, aquel lo estaba ya, sin remedio y ella terminaría loca también si no conseguía parar aquellas campanadas que seguían y seguían sonando en toda la casa.

Un tanto histérica ya –para qué vamos a negarlo- deseosa de dormir, algo tan sencillo y simple como dormir pero que cada vez que se lo proponía sucedía algo que se lo impedía- se dirigió al salón a parar el reloj. No tenía ni idea de cómo hacerlo, además no funcionaba la lámpara, ¡qué bien¡, menos mal que por los dos balcones que a cada lado de la imperial chimenea se erigían entraba algo de luz. Intentaría parar el péndulo con la mano, a ver si así el reloj silenciaba. Bueno, ya está, silencio otra vez, ¡A dormir¡.

En un periquete se hizo la cama pequeña, se quitó el pantalón y durmió con camiseta, por lo menos se acostó con ella, eso de dormir parecía que iba a resultarle imposible porque nada más rozar la suave y olorosa almohada un llanto imperceptible apareció en aquel silencio que ya no se rompía ni por la tormenta que parecía haber pasado. Su instinto, su costumbre o lo que quiera que fuese, le hizo pensar en alguien en concreto, solo que.....había llegado sola a la ciudad, no era quien pensó. A levantarse toca e inspeccionar la casa porque cada vez se oía mejor el llanto aunque no tenía muy claro de dónde procedía: del salón comedor, no; de la cocina, no; del cuarto de baño, no. Miraría en la otra habitación, en la de los fenómenos extraños, ¡qué remedio¡, aquello era un llanto y su sensibilidad no le permitía taponarse los oídos, tampoco tenía tapones, así que, abrió la puerta y se lo encontró todo, absolutamente todo en orden, incluso el balcón cerrado. Ya por curiosidad se acercó a él (al balcón) y efectivamente, como había pensado, era incapaz de abrirlo, estaba atorado, la madera reseca y el picaporte clavado en el marco, imposible de abrir por ella, lo de que se hubiera abierto un par de veces hacía unas horas era fruto del sueño que tenía encima, había visto visiones porque estaba muerta de sueño, si ya lo sabía de sobra pero...¡ lo difícil que le resultaba dormir¡

Escuchó de nuevo. Parecía que todo estaba en calma. Salió de la habitación de los efectos raros al centro del pasillo, un pasillo cuadrado alrededor del cual se repartían las estancias de la vivienda. En una de las paredes cercanas al cuadro de la entrada había un tresillo, un módulo de dos sillones, lo justo para sentarse. Intentaría dormir ahí aunque fuera, dado que las camas de la casa le hacían oír cosas rarísimas.

Se sentó y se acomodó. Acurrucada en aquel sillón sus ojos de color miel se cerraron solos y en cuanto empezó a respirar se empezó a sumergir en el más rico de los sueños hasta que pudo localizar el sonido del llanto, que empezó de nuevo. Procedía del ¡¡¡¡CUADRO¡¡¡. Sus ojos se volvieron a abrir como platos, no lo creía pero lo estaba escuchando, detrás o dentro del cuadro alguien lloraba, pero… ¿quién puede hacer eso?.

Sus piernas empezaron a temblar y el corazón a latir más y más fuerte. Lo tenía justo a su lado y con el rabillo del ojo no veía nada, por la perspectiva, ojos y cuadro estaban en la misma línea, imposible ver nada a menos que se pusiera en otro ángulo ¿lo hará?, ¿lo harías TÚ?

Transcurrió algo de tiempo hasta que Vera decidió mover un pie, no sabía muy bien para qué, tal vez necesitaba estirarlo, sin más. El caso es que después del pie ya se envalentonó a mover las manos también, aunque solo fuera para secarse el sudor frío que recorría su frente e intentar aplacar con la palma de sus manos aquel ritmo cardíaco que le aceleraba el corazón. Nada ni nadie le obligaba a asomarse al cuadro, excepto una voz interior que clamaba.....¡TÓCAME¡. Una sensación extraña se apoderó de ella.

Poco a poco el corazón se calmó, los músculos de la cara se relajaron, el sudor desapareció y sin saber cómo su cuerpo se movió por fin entero, nada de por partes, al unísono, girando los noventa grados necesarios para situarse frente al cuadro y poder ver al fin. Ya no sentía miedo, sino curiosidad, ya no estaba nerviosa, sino alerta, expectante, intrigada, valerosa, ajena a todo lo que no fuera encontrar una respuesta a su pregunta, ¿quién llora en mi casa?.

El cuadro le ofreció una imagen cambiante y distinta de la realidad. Para empezar aquello no era su cuadro de siempre, ella de joven con su amigo y su casa de campo de fondo. No. Ya no era su casa, sino un caserío abandonado, más aún que aquel viejo piso de los Pladura y al fondo podía ver una ventana con vistas a la vía de un ferrocarril nada extraño. Pero en el cuadro era como si ella no estuviera, o no existiera, o que aquello ya no fuera un cuadro, sino un espejo de su mente. Y el llanto persistía y por la ventana que podía ver entraba algo de brisa, una brisa que llegaba hasta ella con olor a tierra mojada.

Se acercó un poco más y la curiosidad humana, siempre tan persistente, le hizo tocar el cuadro, aunque....no tocó nada excepto el lienzo y aire, el ambiente del otro lado. Y si su mano traspasaba el cuadro, aquello significaba que sus piernas podrían traspasarlo también. Lo intentaría, total, ya no se sentía ella misma, sino una Holmes de un expediente X o cuanto menos, rara.

Efectivamente, así fue, apenas saltar un escalón y aquello en vez de cuadro, se había convertido en una puerta que atravesó justo en el instante en que un conocido reloj empezaba a dejar sonar de nuevo sus campanadas. En un principio pensó que fuera el reloj del salón, pero no, se asomó y el piso estaba en total calma, donde parecía haber movimiento de trenes y de sonidos variados era dentro del cuadro, o detrás de aquella puerta, no sabía muy bien cómo llamarlo. Y un olor a tarta de manzana recién hecha que le hizo buscar con sus ojos entre la penumbra para localizar un horno antiguo, como aquel que recordaba de niña, totalmente de chapa. Había que utilizar un gancho para retirar los quemadores o abrir la puerta donde su abuela horneaba pan, galletas, bollos y tarta de manzana, ¡claro¡, de allí procedía su preferencia por la tarta de manzana.

Sin saber muy bien de donde, apareció una silueta de hombre que poco a poco se fue tornando en su amigo Edorta, que acudía presuroso al horno a retirar la tarta. Le faltaba un pedazo, curiosamente podría ser el que ¿ella se comiera un instante antes?, pero Edorta, o no se dio cuenta, o poco le importaba o simplemente lo sabía. Lo cierto es que pasó de largo ante ella, como si no la hubiera visto, además, qué tontería, Edorta estaba muerto, o su madre así lo creía, porque de otro modo, ¿cómo se comprende la explicación en la tasca?. Tampoco era normal el modo y manera de entrar ella misma allí, o sea que, dedujo estar viviendo un sueño o algo similar, no podía ser otra cosa y ya que había llegado hasta allí, anulado su sueño por completo y adoptado la actitud de una Holmes de novela, no se perdería detalle.

Una voz desde el exterior pareció asustar a Edorta. Sus reflejos se convirtieron en los de Vera y viceversa. A pesar de la mirada perdida en el vacío de aquel hombre, algo les acercaba cada vez más hasta que Vera se dio perfecta cuenta de haberse adentrado en el cuerpo de su amigo, de hecho, al dirigirse al exterior para contestar a la voz que llamaba, pudo ver el paisaje y sentir el viento traspasar los pulmones de Edorta llegando hasta ella. Oía todo, veía todo, lo único que no podía hacer era sentir por él ¿o sería que los muertos no sienten? Podría ser también eso.

-Aitor, ¿qué quieres ahora?. Estoy terminando de cocinar una tarta, tenemos que hablar, entra ya.

-No, ven tú aquí, ayúdame con este equipo, no puedo con todo yo solo y se me están volando los papeles.

Edorta, algo risueño, pero muy poco, se acercó hasta aquel desconocido barbudo de mirada extraviada y penetrante.

-No pareces hombre, Aitor, con lo machote que eres para apretar el gatillo y no puedes con una CPU, ya te vale…

-¿Ah, no?, no soy fuerte?, tú crees?

Aitor se acercó por la espalda de Edorta mientras él se agachaba para recoger del suelo, cerca de la vía, aquella CPU. Y de pronto todo quedó en silencio, solo se escuchó un tiro, el tiro de una bala justo en la nuca de Edorta.

Vera, perdida en aquel cuerpo empezó a sentir y oír aquel llanto de nuevo, envuelto en palabras inteligibles. Debía ser la voz de Aitor:

-No es nada personal, amigo, ya no nos sirves para mucho, antes de que nos dejes debes pasar por esto, es puro trámite.

-¿Había dicho puro trámite?

La desolación de Vera llegó al límite. Ahora sabía lo que había ocurrido con su amigo, lo había sabido y lo había vivido pero ¿qué más iba a suceder?

Un tren se acercaba, avisaba de que iba a recorrer aquella via, pero el cuerpo de Edorta estaba allí tirado, el pitido cada vez se oía más y más cerca, penetrando en su cabeza y ahogando el llanto de su amiga: BIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIPP

En un fogonazo y a modo de tremenda sacudida, Vera regresó al lado físico del cuadro, o lo que es lo mismo, a la realidad, aunque sus recuerdos, para su desgracia, seguían intactos, lo vivido sí lo recordaría ya para siempre, hasta el final de sus días y de uno en uno busca por las calles perdidas el rostro atroz de un asesino llamado Aitor.

06 marzo 2010

Otras Vidas.




¿Se puede saber qué hago yo escribiendo tonterías?
Me concedo un tiempo para pensar e intentar responderme a mí misma a esta pregunta.
Voy a hacer más: voy a detener el tiempo. Pararé el reloj. No, ese de ahí arriba, el de la pared es imposible detenerlo, ese que haga lo que le parezca. Detendré el que golpe a golpe, tic tac a tic tac influye en mi vida y en mis planteamientos, ese sí puedo detenerlo y es hora de hacerlo.
Últimamente no escribo más que tonterías. ¿Seguro?. No, no es del todo exacto. En un momento de mi vida esos planteamientos han estado ahí, han pesado sobre mí, solo que la mente es como una cascada, como un torrente de imágenes, de sentimientos, de sensaciones y ahora mismo estoy noqueada. Todo lo anterior hasta hace un minuto ha caído al río por esa cascada encontrando su calma, su paz y su armonía, su devenir natural, el curso de la vida, que, en definitiva es la que manda.
¿Y....queda algo dentro de mí?. Sí. Queda.
Hacía muchos meses que no me acordaba de Bruno y hoy, mira por donde, se ha instalado en mi cabecita. ¿Saldrás pronto, Bruno?. Mira que a ti te conozco y.....
Bruno es un hombre encantador como muy pocos. Joven, apuesto, educado, trabajador, atento, cariñoso, buen padre, intentó ser un buen marido pero hay quien opina que no lo consiguió. Bueno, Bruno, de eso ya hemos hablado muchísimas veces, pero no, no estás aquí por eso, hoy no...
Bruno tuvo un accidente muy aparatoso en la carretera y estuvo muchos días ingresado en el Hospital. Vamos a decir que....”gracias a eso” le detectaron epilepsia, algo que nadie se había molestado en averiguar desde cuando la padecía ni por qué (hay formas de educar y cuidar que son de anti- cátedra). Y tuvo que descubrirlo por él mismo estrellándose contra un coche en la carretera. Es un modo cruel de saber que padeces epilepsia, aunque, ahora que lo pienso, ha sido la vida en sí misma bastante cruel con Bruno hasta que me conoció, vaya, qué cosas digo.....Bueno, pero si no lo digo yo, si lo dice él....así que, tal como él lo reconoce, así os lo cuento yo....

Dice que le cambié la vida para bien y yo me alegro mucho. Siempre es agradable que te digan algo tan bonito.
Le conocí algún tiempo después de separarse, cuando llegó a la urbanización a vivir con sus padres (otra vez). Recién salido del hospital y con la demanda de separación calentita en pleno trago. A saco, que se dice, una detrás de otra, por si le quedaba un hilo de esperanza que se hundiera, pero....ay¡ que no se hundió, por suerte....No podía ser así, por supuesto que no...
Cuando yo me enteré de que Bruno dormía en el garaje, no os podéis imaginar la bronca cariñosa que armé para regañar con todo mimo y dulzura a su madre.
-Pero Rosa, por Dios, no puedes consentir que mi amigo duerma en el garaje....
-Hija, pero si mi garaje está acondicionado como bodega y despensa....
-Bueno, y qué?, pero Bruno no puede saludar al sol cada mañana, ni la luna puede velar su sueño, es un semi sótano, Rosa¡...No me hagas esto, por favor¡....
-A ti?, oye, que es mi hijo.....
-Ah, cierto, pues no te hagas eso a ti misma, más fácil me lo pones.....
-Pero si no tengo más sitio....Si es que me quedan hijos solteros.....
-Bueno, Rosa, dejemos ese tema....Es preferible que duerma con su hermana o con su hermano. Sube la cama, mañana no quiero despertarle ahí abajo para correr, que ni ve....
-Bueno, pero dime al menos cuando os casáis.....
-¿Casarnos, quienes, Bruno y yo?, oye, que yo estoy casada ya, no lo olvides....
-¿Y tu marido por qué no corre contigo?...
-No le gusta....

-¿Tampoco le molesta que corras por ahí con otro chico?,que mi hijo es muy guapo...
-Si, que es bien guapo y majo, si, no te lo niego, pero no tiene nada que ver....Rosa, no me confundas términos...
-Yo no, hija, mientras no los confunda él....
-Pues que corra él conmigo sin poner cara de trucha....Ni finja calambres solo para sentarse cada diez minutos....Lo tiene fácil. A mí me da igual correr con uno, con dos o con tres....
-Anda que si te oyera ....
-Se lo he dicho a la cara, Rosa. Es más. Le he dicho: levanta, que vamos a correr, o si no, me voy a buscar a Bruno que también corre, y para correr por ahí y luego encontrarnos, pues empezamos y terminamos al mismo tiempo....
-¿Y qué te ha dicho?...
-Nada, no le he entendido muy bien. Ha hecho un ruido extraño, se ha tapado la cara con la almohada y lo único que he oído ha sido algo de a las doce en el Bahía...
Yo decía que me lo llevaba a correr, pero en realidad era una simple excusa –de ahí el interrogatorio de su madre- . No me gusta la soledad, nunca me ha gustado la sensación que produce. Lo bueno del asunto....que para mí es compañía la música, luego.....en los peores casos se encuentra remedio. ¿Qué por qué “un Bruno” y no una......Mar, o una Lidia o una Pilar?... Eso ya no lo decido yo, ni esta es la historia de una de las muchas chicas que han corrido en mi compañía, sino que es la historia de Bruno, porque también hago bastantes “buenas migas” con los chicos, no siempre pienso ni me acuerdo del mismo. Y si, la pregunta del millón de euros ya habéis leído que la formuló Rosa: ¿por qué mi marido no corría conmigo? Pero esa sí que es otra historia larga, muy larga, triste, muy triste, amarga, tremendamente amarga y me niego a contarla. Quedará donde tiene que quedar, en el olvido, es su sitio.
Nos pasábamos la mayor parte del tiempo sentados en la arena de la playa haciendo ejercicios de relajación. A Bruno le encantaba escuchar el sonido del mar con los ojos cerrados. Yo sabía que no se recomendaba la meditación profunda para personas epilépticas, por tanto no le insistía mucho, pero creo que el cariño y la confianza hacían más que el ejercicio en sí mismo....Y ¡¡¡¡¡¡hablar¡¡¡¡¡¡¡,¡¡¡¡¡¡¡ charlar¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡. La mayoría de las veces yo me limitaba a escucharle, con el ruido del mar de fondo....
-No me explico por qué, María, por qué me pasa todo esto a mí. ¿Dónde está el fallo?. ¿Qué es lo que he hecho mal?.
Un pequeño silencio nos envolvió durante algunos instantes.
Después, las olas del mar lo romperían para empezarme a reír a carcajadas, algo que a Bruno le fascinaba. Muchas veces me había dicho que al reírme a gusto un rayo especial salía de mi mirar, a lo que yo siempre le contestaba......”claro, es que soy un demonio, ¿o todavía no te has dado cuenta?”.
Un demonio no, es decir demasiado y un poco por decir. Me imagino que los ángeles también serían sonrientes si es que existieron alguna vez, algo de lo que yo me alegraría enormemente. Sobre todo porque tengo el gusto y el honor de conocer a dos personas muy parecidas a lo que deben de ser los ángeles, pero...esa sería otra historia. Y estamos con Bruno.
¿Qué podía hacer yo por una persona que ha visto desmoronarse su propia vida en una vuelta de campana?. Muy poca cosa, como mucho estar ahí. Evitar que al despertar empezara a dar vueltas y vueltas a su cabeza sobre lo que había vivido. Era suficientemente amargo y triste como para que se recreara en ello, de modo que corriendo, o sentado en aquella playa, mientras yo sonreía, no pensaba en nada de aquello. Pura lógica, le conocía, estaba cerca y yo era...y soy...así .
El silencio no era malo, nunca lo es. Y de vez en cuando, solo cuando alguno de los dos así lo quería o decidía, se rompía con gruñidos, ruiditos, o hasta conversaciones algo más extensas. Mientras tanto, siempre había algo que era digno de admirar: una gaviota que cazaba, el faro majestuoso, el muelle, el mar, el cielo, el horizonte, o la gente que pasaba por la playa y que se estaría llevando una impresión totalmente errónea de nosotros, evidentemente...
-¿Te has fijado?.
-¿En qué?.
-Esa chica, se me ha quedado mirando y se ha reído.
-Seguro que piensa que estamos regañados.
-Sí, me ha dado esa impresión.
-Bueno, tú déjalos, que piensen lo que quieran y es hora de caminar un rato descalzo por la orilla, te sentará bien.
-Hubieras sido una estupenda enfermera, ¿lo sabías?. Vamos, te lo dice uno que se ha tirado meses en el hospital, incluída la U.C.I con el leñazo que me pegué. Te veo yo entrar por la puerta y se me pasa todo.
-Pero mira que eres exagerado, Bruno, como si no hubieras visto estupendas enfermeras a tu alrededor. No lo digo porque las haya visto, sabes que esos sitios me deprimen mucho y me enteré cuando ya estabas a punto de salir, pero las veces que he tenido que ir he visto enfermeras muy eficientes y jóvenes y bien puestas. También las hay mayores, pero que exageras ¡y ya esta¡.
-Pues claro que exagero, porque eso que te he dicho es lo que a mí me hubiera gustado, despertar, abrir los ojos del trompazo y ver a alguien como tú allí a mi lado, poniéndome el termómetro, diciéndome cosas.....Me reanimo en minutos, en vez de tardar días como tardé.
-Pero eso ya pasó, no te acuerdes de ello.
-¿Y por qué no?, si a partir de hoy creo que lo guardaré hasta como fantasía.
-Qué malo eres, qué cosas me dices.
-¿Yo?. Te digo lo que quiero. Además no se te puede engañar, siempre nos descubres, no sé como lo haces.
-Pues mira, porque cuando alguien te habla mientras te mira a los ojos, hay signos evidentes de lo que te dice no es del todo como te lo dice, o se está guardando algo, o está aumentándolo, que también puede ser, aunque no sea tu caso. Tú eres más parquito de palabras, pero las pocas que dices sabes perfectamente que me las tienes que decir tal y como son, porque si no, no cuela, es solo por eso. Fácil, ¿no?.
-Será fácil para ti, porque lo que es para mí, no me imaginaba yo que al salir de la clínica me iba a suceder todo esto, Qué fuerte, ¿no?. Me encuentro con la demanda, con un tío en mi casa, con un hijo que ya no puedo acostar cada noche....¿Dónde miraría yo de verdad aquellos días que Isabel y yo hablábamos?. ¡Pero si yo la miraba a los ojos¡. Y nunca sospeché que ya no me quería.
-Anda, vamos a la orilla y por el camino te lo cuento.
-¿Me lo cuentas?. ¿Y no debería ser al revés?. Seré yo el que te cuente a ti, ¿no?.
-Como prefieras, pero me sé la historia al dedillo, aunque me vendrá bien contrastar la información que yo tengo con la tuya.
-¿Con la mía?.
-Jajajajaja. ¡ Qué cara se te pone¡.
-¡Hombre, no, tú verás¡. Me dices que sabes de mi vida pero que vas a contrastar la información, pues a ver qué cara se te pondría a ti¡....
-Veamos...Tengo la información que obtuve de tu madre y luego tengo la información que procede de tu hermana,....Como ves, estoy bien informada, pero sí, vale, te dejaré hablar a ti. Mejor me lo cuentas tú.
-No, no, ahora mismo me dices lo que sabes, ¿pero qué tengo yo en mi casa?, ¡vaya dos chismosas¡.
-Bueno, no sufras. No me enteré en el mercado ni en ningún otro sitio público....
- Menos mal.

-Me enteré una tarde que me pasé a ver a tu hermana porque me había llamado diciéndome que estaba pachucha. Como tu madre se apunta a todo conmigo, me ofreció primero un café antes de subir al cuarto de tu hermana y yo, claro, le pregunté por ti, y me dijo que andabas con algún que otro problemilla, pero vamos, nada que ver en lo que ha terminado todo esto. Luego le tiré un poco de la lengua a tu hermana, que sabes que se me da bastante bien, así que...ya ves.
-Vaya tres bichos. Será mejor que te lo cuente yo, anda, si, hazme de bastón que con la arena tan blanda, noto más el desequilibrio.

-Aquí tiene usted mi brazo, don Bruno...Todo suyo¡...

Más que el brazo, menudo y algo enclenque, le presté mi hombro derecho para que se apoyara, de modo y manera que a simple vista podíamos parecer algo así como una parejita paseando, cuando la realidad era que al sacarme el bueno de Bruno la cabeza en tamaño, pues el mejor apoyo que le podía dar era ese, y ningún otro (cuestión de alturas, ya os digo)....
-No me aprovecharé de que voy cogido a ti....
-Ya lo sé, además no sé como podrías aprovecharte.
-Se me ocurren tantas formas, pero si no lo hice la noche que te sentó mal aquella copa...¿te acuerdas?.
-Pues no, pero íbamos a hablar de lo que yo sé de ti y resulta que tú sabes algo de mí que ni yo misma sé. ¡Haz el favor de explicarte¡.
-Vaya, menuda situación, si resulta que estamos igualados, tú sabes de mí y yo sé de ti, qué interesante, ¿no?.
-Mucho, pero a ver...¿quién empieza?.
-¿En serio no te acuerdas de la noche que fuimos todos a la BOITE y después de bailar pediste aquella naranjada que te sentó tan mal que tuve que llevarte a tu casa?.
-¡¿Tú?¡...
-Sí, ¡yo¡.
-Pero si fui con Alvaro...
-Precisamente fue él quien me dio las llaves de vuestra casa y me pidió que te llevara. Sabía de sobra que soy un buen chico y eso que Isabel no reaccionó muy bien cuando se lo dije, pero...¿qué podía hacer?. Ella estaba muy cansada, pero tampoco quiso acompañarme, así que primero la dejé a ella en casa y luego te llevé a ti.

-Pues no me acuerdo, la verdad. Aquella noche me perdí en mi propio agotamiento. Estaba sin cenar, no sentí ganas en toda la noche, y había mucho por hacer. Este hombre, la verdad es que me preparaba siempre unas agendas que yo temblaba, menos mal que por suerte eso ha cambiado y tengo las sospechas algo infundadas de que quería que me durmiera pronto, porque yo pedí naranja para beber y ya ves que no me acuerdo de más...
-Si te digo la verdad, fue lo primero que pensé, aunque....no te dije nunca nada por respeto, pero creo que sí, que se libró disimuladamente de ti, y lo que no entiendo es por qué. Yo nunca habría hecho semejante cosa. Más bien hubiera deseado que se terminara cuanto antes la noche, o que llegara el día para poder estar más cerca de ti.
-Ya ves, qué mal repartido está el mundo, ¿verdad?. O seremos nosotros mismos quienes vagamos un poco a tontas y a locas, no lo sé, el caso es que al día siguiente, cuando me desperté, estaba sola en la cama. Ya sé que no darle mucha importancia a eso no es de muy mujer, pero qué quieres, es lo que hay, su trabajo es así, hay días que ni nos vemos y otros que pasamos las 24 horas juntos. No hay una regularidad, pero una se acostumbra.
-Hasta ahí de acuerdo, pero no tenía ninguna necesidad de librarse de ti, de hacer que te durmieras entregándote a manos de un tipo como yo.
-Bueno, tú lo has dicho, te conoce muy bien. Hay personas que se dejan conocer muy bien, que es lo que le pasa también a Isabel. Sabe perfectamente cada reacción que vas a tener y por tanto va siempre un paso por delante de ti. Eso para ellos es una ventaja, pueden manejarte fácilmente.
-Sí, si tienes razón, si lo mío ya empezó de manera extraña. Yo no es que tuviera intenciones de nada, pero ella sí, claro...Y sabía perfectamente que alcanzaría una vida cómoda. Por eso me siento un poco como algo en venta que fue adquirido en exclusiva para ahora devolver sin tiket y caducada la garantía.

-Ya, pero no puedes hacer nada, lo tiene muy claro. Ya ha demostrado su falta total de delicadeza aprovechando tu mala situación para dejarte. Yo tampoco habría hecho algo así por mucho odio que despertaras en mí. Su obligación era estar ahí a tu lado, darte la posibilidad de recuperarte y luego poner las cosas en su sitio si hacía falta.
-Pero se lo he dado todo, en bandeja de plata, además. Le he ofrecido aspectos que ahora le vienen muy bien para despellejarme poquito a poco: el accidente en sí mismo, la epilepsia y lo último que se ha sacado de no sé donde, la demanda de malos tratos. Pero si cuando fui a pasar la prueba y me dijeron lo que tenía que hacer con aquella maquinita, hasta el hombre que la manejaba se quedó contrariado....
-No me extraña. Cuando lo supe te juro que pensé mucho sobre la vida. Hace mucho tiempo que perdí mi fe en Dios, pero en ese momento noté como se tambaleaba también mi fe en la vida. En la vida como conjunto de seres que somos. No comprendo, me duele mucho ver como aprovechamos cualquier aspecto malvado que se nos ocurra para pisotearle el cuello y hasta el alma a la persona que se supone más queríamos.
-A mí Isabel no me ha querido nunca. Simplemente me dejé llevar por sus circunstancias. Pero si ni me enteré que estábamos saliendo hasta que me lo decían los demás. Tampoco le pedí nunca que se casara conmigo y la boda se celebró, de eso sí me acuerdo. Ni me pidió parecer para tener hijos y Fonsi ahí le tienes, un mozo ya. ¿Por qué me iba a pedir mi parecer para quitarme todo lo que ella misma me dio?.
Dos miradas se cruzaron entre el cielo, la brisa y el sol. Dos vidas, dos inquietudes, dos personas extrañas en un mar de contrariedades ...
Y ese mismo mar fue el que los sacó de sus abstraídos pensamientos para seguir con el paseo....
-¿Qué me estabas mirando, Bruno?.
-¿Yo?.
-Sí, tú. Me ha parecido extraña tu mirada.
-¿Extraña?.
-Sí, si, extraña, distinta, como si no fueras tú.
-Habrá sido mi otro yo.
-¿Te complicas tanto como para tener o gastar de eso?. Pues yo tengo suficiente conmigo misma, y algunas veces no soy capaz de tirar de mí, de modo que no vuelvas a mirarme así, te lo prohibo.
-Pues vale...

Existía confianza suficiente para bromas así, tontas, pícaras, o de la clase que fueran. En el silencio tranquilo que los acompañaba, seguramente estarían recordando como se conocieron, de una manera tonta, como todas o muchas de las maneras tontas que se conocen las personas, casuales unas veces o insignificantes otras. Lo importante fue lo que se construyó día tras día poco después y el hecho de que una vez que se habían conocido lo cierto es que ya no podía pasar un solo día sin saber el uno del otro. ¿Por qué?, ¿a qué se debería tanto interés ajeno por la vida de otra persona con la que simplemente se comparten palabras, frases, consejos, o....chismes?...En realidad era algo totalmente irrelevante. Las cosas pasan, suceden, ocurren en nuestras vidas, sin más, y es muy tonto preguntarse el por qué de algo así cuando era bonito, gratificante, agradable.....

-¿Sabes, María?. No sé qué hubiera sido de mi vida de no haber podido contar contigo. Creo que me hubiera hundido por completo en la más mísera de mis miserias.
-No te creas, Bruno. Eso es fácil decirlo, suena bien y queda muy bonito, pero si yo no tirara de ti de vez en cuando, seguramente lo haría otra persona. Yo creo que es un equilibrio sutil que existe en lo más íntimo de las entrañas de lo no-entendible.
-¿Y eso qué quiere decir?.
-Quiere decir que si no fuera por mí, sería por otra persona.
-Dudo mucho, de verdad, que exista otra persona en el mundo como tú.
-Eso no te lo puedo admitir, amiguito. Yo siempre he creído que en el mundo hay más personas como yo, no solo otra más, millones más como yo. Somos un ejército de niñas buenas y malas a la vez, pero que sabemos equilibrar la balanza a cada momento y necesidad, aunque tengamos nuestras debilidades humanas. ¡Y vale ya¡. Venga, que te acompaño a casa, te quitas este chandall, te pones bien guapo y quedamos para comer en el muelle. Alvaro se va de viaje hoy a Madrid por una semana, de modo que he quedado con una amiga, te la presentaré y nos reiremos los tres un rato, que es sanísimo.
-Oye, Celestina, pero esto es al revés. Es el chico el que siempre acompaña a la chica a casa.
-Si el chico está un poco lesionado, es normal que se haga al revés, ¿no te parece?. Es que luego tendrías que ir agarrándote a las paredes para llegar a tu casa y no puedo consentir que a mi amigo nadie le tome por un borracho, ¿comprendes?. Es amor propio.
-Tú y tu amor propio....Nunca reconocerás que nos equivocamos, ¿verdad?.
-“Reconocer”. Es que esa palabra me sobra en el diccionario. Es que las cosas son como vienen, Bruno, es que no sirve de nada reconocer que nos equivocamos, salvo para desilusionarnos y yo prefiero caminar, simplemente, paso a paso y soportar los deshielos o la sed, o el hambre, o el dolor, por que eso curte mi alma y estoy segura de que cada día me hace ser un poquito mejor y cada vez que me encuentro con alguien como tú, confío más y más en la esperanza de un mundo mejor. Sé que hay mucho que cambiar, pero todo llegará, poco a poco.

-Pues yo algunas veces hasta he llegado a pensar si no eres de otro planeta, o de otra especie.
-¿Pero por qué dices eso?. Ni que hubieras conocido a un millón de mujeres para pensar que yo soy mejor ni peor que nadie, Bruno. Si en el fondo a ti te paso como a mí, nos encandilamos de la persona equivocada, de esa que no nos iba a hacer muy felices que digamos, que nos ha hecho más bien la vida algo imposible y no se comprende que alguien sea capaz de hacer algo así con nosotros, pero....tal vez, solo tal vez radique ahí nuestra fuerza y alimento para ser como somos. Porque día tras día, nuestras experiencias, aún teñidas de amargura, las sabemos transformar en algo bonito, útil y amoroso. Es como darle la vuelta a las cosas, es magia....¿no lo entiendes?.
-Si, si que lo entiendo y sé que tienes razón, pero me cuesta renunciar a mi propia felicidad, aunque sé que debo hacerlo, que es lo correcto.
-Tú solo deja que transcurran los segundos, los minutos, las horas, los días y las noches, Bruno. Y recibe cada día tu sorpresa. Unas serán agradables, otras no tanto. Y aprende, y disfruta, y llora cuando tengas que llorar y reír cuando tengas que reír y amar cuando toque amar y vive, si solo se trata de eso, sin perderte en abstracciones que solo te harán daño. Y ya hemos llegado, señor. Aquí se queda usted, que yo me voy corriendo a ponerme guapa.
-¿Más todavía?.
-Eso nunca es suficiente. Si todo lo que veo es hermoso, yo no quiero ser menos. Volveré en dos horas, no lo olvides.
-Nunca me podré olvidar de alguien que me hace la vida tan fácil y hermosa...
-Pues....simplemente, disfruta de sus momentos y déjate llevar. Mientras no me pagues con silencio tendrás todos los que pueda darte, sin más, y no pienses más.