
Era una mañana silenciosa en el reino de Hades. Como casi siempre los días empezaban así, despuntando el primer lucero de la mañana y Afrodita anonadada contemplándolo por el arco vano de su estancia. Tan solo ella solía romper ese silencio con sus cánticos románticos y pastelosos mientras peinaba sus cabellos ante el espejo de su habitación. Adoraba dormir pero era como si su cerebro tuviera un tope y llegado a él no volvía a conciliar el sueño, así que muy sigilosa se daba su primer baño, perfumaba su piel con mimo, se vestía y admiraba aquellas vistas celestiales que parecían un regalo a sus ojos y un alimento para su inspiración y su alma.
Además Afrodita había tenido un sueño un tanto angustioso aquella noche. Había soñado un viaje en una carroza voladora que la dirigía hacia un hábitat lleno de verdosas montañas, colinas y valles desde donde ya no podría ver nunca jamás la inmensidad del cielo mientras se le perdiera la vista. Las nubes y el viento quedarían acotados por picos y sierras que le presagiaban una sensación de angustia que no estaba muy segura de poder soportar pero su eterna condición de sumisa le empujaba a callar y solo romper el silencio con tarareos varios.
Ensimismada en sus propios pensamientos ante el espejo, no se percató de que su amado padre Urano había llamado a la puerta al recibir sus cánticos y al no obtener respuesta había penetrado en su diminuto santuario sorprendiéndola con un beso en la mejilla mientras ella seguía peina que te peina, canta que te canta…
-Buenos días, amada hija. ¿Dispuesta ya para tu viaje?
-¡Padre! Buenos días, amado padre. No me queda otro remedio. Acataré lo que me habéis ordenado pero solo a ti te digo que en verdad me angustia y no es una queja, es una exposición de la inquietud que siento, una confidencia de hija sumisa, padre. Presiento que en parte será una verdadera tortura para mí estar lejos de ti y de Adonis. Bien sabes lo mucho que lo amo.
-Bien lo sé, hija mía, pero fuiste consentidora del trato pactado y sabes que Perséfone no tolera tu presencia cuando le toca a ella vivir con Adonis. De modo que te he encontrado el mejor refugio, un lugar maravilloso donde podrás cantar, bailar, pintar y escribir en libertad, sin comentarios, ni críticas que yo sé que te duelen en lo más profundo de tu alma…
-Porque es una egoísta. Yo soporto su presencia y no la destierro cuando Adonis es mío. No entiendo que ella se comporte así.
-Además no irás sola, he encomendado a Apolo su compañía para ti y su vigilancia. Es experto en música y poesía, como bien sabes, el equilibrio perfecto para que Adonis también se quede tranquilo de que estarás a buen recaudo y no te aburras demasiado. De sobra conoces que las Musas comen de su mano, eso te irá bien para escribir allá lejos de mí y espero que alguna carta tuya me llegue de cuando en cuando…
-No soy una moneda de oro que haya que guardarse bajo llave, padre….Y sabes que así lo haré, te escribiré a diario, confía en mí, pero tú contéstame, no hagas pereza, ¿de acuerdo? Es lo justo…En cuanto a Apolo, le conozco y también sé de su gusto por guerrear, no sé yo….
-No, eres más que eso, hija mía. En todo el reino de Hades no existe nadie como tu, hay que preservarte, es mi misión como padre y además intuyo, presiento que no estás en el lugar que te corresponde por derecho. Te admiro y entiendo tu soledad, no me lo pongas más difícil…Y Apolo solo guerrea cuando es estrictamente necesario, otra garantía para mi de que te cuidará bien, eres mi amada hija y solo quiero defensa y protección así como divertimento para ti, hija mía…
-Como desees, …
-No es mi deseo, hija mía, te conviene y ahora …¿por qué no bajamos a desayunar? Se hace tarde y hay mucho que preparar aún.
-De acuerdo, padre, como gustéis, en verdad me muero de hambre….
Padre e hija, fundidos de un brazo salieron del cuarto en dirección a los aposentos de reunión en la parte baja de la casa, abrigados por columnas y una mesa para bastantes comensales, donde ya se podían ver colocadas ricas frutas, cuencos de leche, zumos….
Antes de que se sentaran apareció también Adonis, que saludó amorosamente a su dulce amante Afrodita con un beso tierno en una de sus mejillas y un saludo cortés a su amigo Urano que un tanto preocupado por su hija buscó en la mirada de Adonis una última respuesta o solución al problema que se les avecinaba….
-Lo siento mucho, amigo Urano -dijo Adonis cabizbajo- , pero hay que poner tierra de por medio, al menos probar. Afrodita estará bien, confía en mí.
-Yo confío en ti, hijo mío, pero perderla de vista me entristece. ¿Acaso este reino de Hades no es lo suficientemente hermoso para que dos deidades no peleen entre sí y sean capaces de vivir en paz?...Si no es así, mi lugar está junto a mi hija y creo que iré con ella.
-No irás -sentenció Adonis en tono desafiante-, tu lugar está aquí, eres imprescindible, este reino te necesita.
-Y mi hija también. -Contestó Urano levantándose de la mesa un tanto enfadado-
-No digas eso, padre, -intervino Afrodita levantándose también y tomando el brazo de su padre entre sus manos- Estás demasiado mayor para hacer un viaje tan largo. En todo caso, podemos dar a Perséfone la satisfacción de que ella misma ciegue mis ojos para que yo no sea capaz de contemplar la hermosura de Adonis y quede tranquila de que vagaré por este reino como si fuera un alma en pena, eso le satisfacerá enormemente.
-No, hija mía, esa es la peor solución de todas porque Adonis está preso en tu corazón, no en tus retinas y eso no acabaría con lo que sientes, que es lo que molesta a la arpía. No olvides que yo he sido testigo de tus modos y maneras de amar, padeciendo en silencio la agonía y deseando que fueras capaz de sentir de otra manera menos intensa y nunca llegaste a eso porque tu amor solo sabe ser inocente, impulsivo y auténtico, siempre cubierto de un finísimo mouse de desazón y con Adonis se intensificó aún más. Como padre hubiera querido evitarte ese dolor inmenso pero no puedo, nunca pude, ni tú tampoco…
Adonis se entristeció enormemente y pronunció un pequeño discurso que dejó a ambos un tanto pensativos…
-En verdad nunca llegaré a entender que dos almas tan puras, que me educaron desde niño y que me han dado tanto llegaran a disputar de esta manera por mi cariño. Sin duda nunca olvidarás, Afrodita, el día que me dejaste al cuidado de Perséfone, no hubiera tenido ocasión a exteriorizar mis sentimientos y hubiéramos sido capaces de llegar a ser realmente felices pero ocurrió….
Afrodita, bastante entristecida también, solo fue capaz de contestar….
-Pero entonces ella jamás hubiera salido del infierno, donde estuvo largo tiempo secuestrada, como tú bien sabes y yo lo único que no comprendo es porqué no tiemblan las columnas de este reino cuando estás conmigo y amorosamente te rodean las ninfas, y en cambio si estás con ella le molesta hasta el aire que te roza. ¿De verdad crees que te ama más por eso? ¿Por qué no le haces comprender que el amor no se mide con egoísmo? Y que lo hermoso a todos nos pertenece un poco, que lo bueno hay que compartirlo porque para eso está el arco iris y los grados e intensidades….
-No puedo, Afrodita, no soy capaz. Cuando Perséfone regresa de su infierno para estar conmigo, solo quiere eso y que nada turbe sus momentos. Tú siempre has vivido tu vida rodeada de ninfas también, fueron ellas las que te educaron, no lo olvides, ella jamás trató con una…
-Sí, lo sé, soy consciente de que mis padecimientos en este reino se deben más a lo que algunos llaman infidelidades que a pura maldad. Mi mundo siempre ha estado impregnado de luz y bondad, al menos no tuve la desgracia de padecer tormentos en el mundo de los muertos.
-Tu delito solo fue la vergüenza, el de Perséfone la tortura, tú que eres tan justa y libre evalúa por ti misma….
-Siempre lo hago, amado Adonis. Y en verdad para mi es un cambio amable y deseo mucho terminar con este trato injusto y nada beneficioso para ninguna de las partes de compartirte. Al fin y al cabo en el reino al que me desterráis están mis amados hijos, Eros, Anteros, Deimo, Fobo y mi benjamina Harmonía. Seré feliz, lo puedo presentir, pero es molesto que todo esto sea el resultado de la única voluntad de Perséfone, no de la vuestra, según parece….¿O me vais a decir que estoy equivocada?. ¡Es igual, maldita sea! Lo que ya deseo es partir…
El ambiente quedó tenso y enrarecido. A nadie se le olvidaba la triste aunque suave leyenda de Afrodita, desposada en primeras nupcias con el cojo de Lemnos pero enamorada de Ares, el padre de sus hijos, tan mal visto en sociedad tanto por su afición a la guerra como por su carácter cínico y arrogante. Afrodita con su amor intentó cambiarlo pero ese es un error tan viejo en el mundo del amor como inútil y desesperada desistió después de toda una eternidad tras el intento fallido y encontró a cambio la traición de su esposo, lo que le desencadenó tal ira que conjuró en maldiciones a todas las deidades de aquel reino hasta que su carácter volvió a ser dulce y amable como antaño. Solo con Adonis reencontró la paz y la calma tan necesaria para ella y ahora debía volver a depender de su suerte en el nuevo reino de Suavidad.
Aquella incógnita encogía su corazón y su alma pero ya había llegado a un punto de madurez en que le importaba muy poco. No valía la pena derrochar y malgastar más amor, solo esperar el que ella merecía de vuelta y si acaso seguir bien de cerca los pasos de su bienamada y benjamina Harmonía. Hacía tanto que no tenía noticias de ella directamente….Por referencias de terceros sabía que le iba bien en el nuevo reino, el reino del destierro, pero estar juntas una larga temporada, sin duda les vendría muy bien a ambas, madre e hija.
Harmonía se dedicaba al cuidado y adiestramiento de centauros en la zona centro del nuevo reino. Desde alli recibía o incluso trasladaba con sus propios medios a los centauros heridos o necesitados de cuidados, comportándose como una verdadera ama de cría para ellos. Hacía bastante tiempo que tomó la decisión de no procrear más en sentido materno y emplear sus esfuerzos, dedicación y cariño en aquellas criaturas de los dioses que pululaban por los reinos haciendo unas veces las delicias y otras despertando la ira de sus amos, algo que ella amorosamente restauraba o por lo menos lo intentaba. Siempre le había fascinado ser útil en algo, o a alguien, pero que al final el abuso no imperase y con deidades, ninfas y demás siempre era así, de modo que aunque otras veces ejercía en sus funciones de armonía, sobre todo marital entre dioses, prefería una y mil veces ocuparse de los centauros, le daban más satisfacciones, o eso pensaba ella. Por sus padres nunca fue capaz de hacer nada y eso frustraba mucho sus sentimientos pero fue libre de elegir y mantener su decisión una vez tomada. Aún así concibió cinco hijos, de los cuales dos permanecían a su lado siempre, Ágave y Sémele.
En cuanto Harmonía supo que su madre Afrodita pasaría una larga temporada con ella, gracias al envío de palomas mensajeras, la ilusión y la esperanza, así como su amor se desató y la aguardaba con verdadera impaciencia. Casi tenía loquito a su esposo Cadmo, mareándolo con preparativos y es que todo le parecía poco para su madre: telas de seda, de ricos y vistosos colores calientes, flores, las más hermosas, frutas, las más apetitosas y turrones de todos los sabores. Conocía muy bien sus gustos, así como de su padecimiento por la leyenda del famoso collar. Juntas la habían vivido y juntas se habían repuesto y consolado de la pérdida, madre e hija, como debía ser. Ahora tocaba al revés y Harmonía curaría las heridas abiertas de su madre Afrodita, en el blanco de su corazón, siempre por amor, una vez más, un sinsabor más, un padecimiento en vías de extinción, así pasaban la eternidad en el loco mundo de Hades.
Cadmo admiraba y quería mucho también a Afrodita. De él aprendió el alfabeto y él contó y anonadó con la historia de su vida a la ilusa Afrodita, que en el fondo se lo llegaba a creer todo porque algunas veces, si por un momento no le convenía, no quería distinguir entre realidad y fantasía, de tal modo que el cariño tejido era inmenso y por eso y solo por eso tragaba con los caprichos de su esposa, porque para él también llegaba a su reino una gran diosa y se regocijaba de recibirla como se merecía.
Tanto en el reino de Suavidad como en el de Hades, todo estaba dispuesto para la partida y el recibimiento de Afrodita, a la que solo le restaba subir al carruaje su valija personal y despedirse de Perséfone pero nadie la encontraba, ni siquiera Adonis daba con ella, así que Afrodita tomó las riendas de sus palomas gigantescas y tampoco esperó al guardián que su padre había preparado para ella…Apolo, también perdido, sin duda, por algún lugar de pastoreo, afición a la que se dedicaba cuando ni componía ni guerreaba.
Urano acudió al pie de la carroza para dar el último adiós a su hija, preocupado por la desaparición del guardián, un reino tan grande y nada de tecnología….a saber donde estaría…..
-No lo busques más, padre, y entrégame un último beso. Sé cuidarme muy bien sola y el reino de Suavidad no está muy lejano, llegaré bien. Te lo haré saber con el envío de alguna paloma, pierde cuidado y despídeme de la arpía. Solo espero y deseo que consiga la felicidad que tanto anhela. Si yo soy una amenaza para ella, me voy contenta porque me reuniré con mi hija, renunciando así al amor y a la pasión de Adonis por fin. No es justo que pretendamos vivir partidos en mitades, solo conseguimos perder nuestra propia esencia en el mejor de los casos y en el peor incluso la identidad y yo no lo voy a consentir, lo amo de verdad, con una verdad resplandeciente que jamás se comprenderá así que doy por imposibles mis esfuerzos y me rindo, Perséfone gana pero antes de un año descubrirá que no es más infeliz hoy con mi partida. Cuídate, padre, cuídate, Adonis y olvídate de mi tú que aún estás a tiempo.
-Hija, ve con cuidado.
Adonis lloraba, desconsolado como un niño, escondido tras un árbol cercano, sin saber qué decir. Había dejado en el carruaje una caja sorpresa para ella, con una cría de paloma, el animal favorito de Afrodita, y una rosa perfumada teñida de rojo, símbolo de la pasión que por siempre despertaría en él. Afrodita, como si lo hubiera presentido le agradeció su gesto con una caricia en el pelo al paso de su carroza y arrogante como siempre se mostraba inició el camino de su viaje sin mirar más atrás. Las ninfas ocultas, casi fantasmagóricas, lloraban en susurros…La alegría de aquel reino partía lejos y solo ellas intuían que Afrodita no volvería jamás. No le gustaba estorbar donde no era bien recibida ni bien tratada…
A escasos metros de la salida del reino de Hades topó con Apolo, que se había adelantado a ella. Odiaba las despedidas, tanto verlas como padecerlas y le parecio más oportuno adelantar tarea para observar los valles y ver donde pernoctar aquel día cuando se hiciera de noche. Contento, saludó a la entristecida diosa desde la lejanía con su mano y ella le devolvió el saludo esbozando una tímida sonrisa. Dijera lo que dijera ante su padre y el alcornoque de Adonis, lo cierto era que prefería no viajar sola, le gustaba la compañía, la grata compañía, sin duda, como a todos….
Nubes de tersos, pastelosos y algodonados colores parecían abrir paso a los cuatro robustos unicornios alados de Apolo, siempre delante, con los ojos bien abiertos ante cualquier adversidad. Sin duda toparían con más de una pero el primer tramo del viaje fue ameno y distendido. Al paso de Afrodita, algunas deidades ocultas entonaban coros que le hacían soñar despierta y distraerse por el camino. No había un solo lugar de aquel espacio que no supiera la buena nueva, Afrodita deambulaba por la inmensidad del mundo de los reinos encontrados y como siempre ocurre, en todo hay benefactores y detractores…En aquel momento tocaba deleitarse y ella lo agradecía en lo más profundo de su corazón. Se relajó cuanto pudo y disfrutó de las vistas de vértigo, entre claro y claro de nubes podía ver inmensos jirones de cielo azul dorado por la luminosidad del sol, cascadas espumosas de agua y copas de árboles frondosos que hasta su tranquila carroza elevaban sus olores agradables de naturaleza viva, a modo de saludo.
Sobre el medio día pararon a almorzar frutos y licores y proporcionar descanso y alimento a los animales. Apolo avisó a la diosa con una señal de su brazo de modo que Afrodita volvió a tomar las riendas y siguió bien de cerca a su acompañante que cada vez que paraba aminoraba el paso para no perderla.
Sentados y almorzando sobre la verde y fresca pradera, el tímido Apolo, un tanto sonrojado, sintió curiosidad por los motivos de aquel largo viaje y así le preguntó a Afrodita.
-¿Qué motivo te empuja a alejarte de lo que más amas, Afrodita? No alcanzo a entenderlo…
-¿De lo que más amo? Mi querido amigo, con el paso del tiempo en esta inmortalidad que nos ha tocado vivir, te das cuenta de que en cuestión de amor se acaba por diversificar de una u otra manera, y sobre todo, se quiera o no se quiera, nadie manda en el corazón, Apolo….Fíjate, mancillado mi amor por Adonis, todavía tengo el de mi hija por alimentar. Ya sé que tiene su vida pero una madre, si sabe estar en el lugar que le corresponde, nunca está de más. Es como cuando os enseñamos a andar y simplemente permanecemos cerca para que la caída sea menor o menos dolorosa, algo así….
-Entiendo, pero entonces….¿tu amor por Adonis ha muerto?
-No, al contrario, está más vivo que nunca, pero guardado y latente en el reducto de mi corazón. Si lo despliego las consecuencias no satisfacen a nadie, ni a mí misma, de modo que prefiero protegerlo, duele menos….
-Bien, en ese caso prosigamos la marcha. Te ayudo a recoger y luego me adelanto un buen trecho para elegir donde dormiremos hoy, un lugar donde no se aprecie ningún claro, lo bastante resguardado de bestias y lo más confortable posible. Tú prosigue en la dirección que te marco en esta tablilla, es la dirección genérica de nuestro viaje, yo me llevo la brújula para una vez que lo tenga localizado volver a por ti, ¿de acuerdo? Y tranquila, lo más peligroso del camino aún no ha llegado, llegará mañana que alcanzaremos el inhóspito reino de los engañosos minotauros, así que te recomiendo que mientras montas tu carroza prepares un buen par de tapones de cera para no escuchar engañifas en el trayecto ni cánticos maliciosos, que te conozco y tú lo escuchas todo….
-Ve tranquilo, así lo haré, mi buen amigo….y esperaré tu vuelta.
Recogieron y cargaron todo de nuevo en las carrozas, se prepararon para reemprender la marcha y ambos hicieron en su nuevo tramo de viaje lo pactado, Apolo buscar el mejor lugar donde pasar aquella noche y Afrodita construir sendos y buenos tapones de cera para los oídos de los animales y de ellos mismos, con tal de que les permitiera atravesar lo más inadvertidos posible por el cielo oscuro de los titanes y de los cíclopes, quienes con el eco de sus sonrisas y tormentos solían atraer la atención del viajero, desviándolo de su camino.
En un principio, Afrodita perdió de vista a Apolo, pero tal como prometió, volvió a acercarse a su carroza una vez que tuvo elegido el paraje para pernoctar y no tardó demasiado, o a ella se le hizo muy corto ese tiempo porque antes de darse cuenta ya veía las señales con la dirección oportuna que Apolo le hacía de lejos. Y hacia allí se dirigieron ambos, dejando las carrozas bajo una inmensa y verdosa arboleda, soltando a los animales para que bebieran agua en el lago cercano e instalándose a cubierto para guarecerse del frío o de las posibles inclemencias del tiempo meteorológico.
Mientras Apolo cepillaba los pelajes de los animales que tumbados descansaban ya, Afrodita extendió un mantel en el suelo y depositó en él carnes frías, zumos y frutas para cenar antes de que anocheciera del todo. Contemplar junto a su amigo Apolo la puesta de sol fue muy enriquecedor para ella y a Apolo le encantaba escucharla con todas y cada una de las ocurrencias que aquel juego de luces y sombras provocaba en ella.
Entre broma y broma, risa y risa y charla y charla, descansaron del viaje de aquella jornada y aguardaron la mañana del tramo final que les conduciría hacia su nuevo destino.
Madrugadora como siempre, lo primero que hizo Afrodita nada más despertar fue asearse en el lago, comprobar que los animales se encontraban bien y utilizar la cría de paloma que le había regalado Adonis para enviar un mensaje a su amado padre contándole que todo iba bien y que se encontraban a mitad de camino. Después de ajustar el mensaje a la pata de aquel ave, Afrodita la besó amorosamente y la lanzó hacia el cielo para que llegara a su destino.
Seguidamente encendió una pequeña lumbre entre piedras y puso a calentar leche en un cuenco metálico. Apolo se despertó al olor del cálido fuego y recogió las pertenencias de ambos como mantas y camastros para devolverlos a cada carruaje, desayunar para tomar fuerzas y seguir el camino.
Muchas veces entre ellos solo existían miradas y sonrisas, no hacía falta nada más, era como si se entendieran a la perfección. ¿Por qué desde siempre los amigos se han entendido mucho mejor que los amantes? Qué curiosa realidad ancestral…
Cuando el sol empezó a iluminar con fuerza los dominios de aquellos reinos, iniciaron el nuevo viaje. Esta vez Apolo no se despegaría más de dos metros escasos a la carroza de Afrodita y vigilaría con celo de no perderla por el camino. Los confines eran peligrosos pero todos con los tapones de cera puestos reducirían el peligro.
Más o menos a la hora del inicio del nuevo viaje, el panorama comenzó a ser desalentador para la vista y los sentidos. Ante ellos se mostró una zona llena de turbulencias, rayos eléctricos engañosos y sonidos extraños que deberían atravesar. Por un momento el temor de Afrodita fue que los animales se asustaran, pero el bueno de Apolo, en un grito desgarrador la tranquilizó. El había colocado antifaces a los animales de manera que no podían ver nada, por lo que lo mejor era correr y cuanto más mejor para atravesar cuanto antes aquella zona.
Afrodita se calmó un poco. Sabía perfectamente que podía transmitir su inquietud a las palomas y mientras atravesaban la zona cerró ella también sus ojos. Los tapones de cera no le permitían escuchar voces siniestras y confió en que aquello durara lo mínimo. Se agarró fuerte al carruaje y de pronto notó una mano tibia que intentaba tranquilizarla, era la de Apolo, que había situado su carroza muy cerca de la de Afrodita, amansando a los unicornios para que fueran al compás de las palomas en su marcha. "Relájate" -le decía al oído, esto no durará mucho, saldremos de aquí enseguida, ya lo verás, no tengas miedo.
La voz de Apolo relajó completamente a Afrodita, aunque ella se aferraba a su mano en cada turbulencia. Por un momento le pareció que todo aquello no acabaría nunca y que en la oscuridad que la intentaba proteger aparecería algo que se los tragaría, un agujero negro tal vez, pero se equivocó y cuando abrió los ojos lo que pudo ver fue de nuevo el cielo limpio, resplandeciente, iluminado por el sol y escuchar el trinar de los pajarillos alrededor de sus gigantescas palomas. Aquello significaba que lo peor había pasado y suspiró aliviada.
-Pararemos un momento a reponernos de la experiencia y a dar de beber a los animales, ¿te parece bien, Afrodita? -vociferó Apolo mientras redirigía su carruaje-
-Por supuesto que sí, ve tú delante, te permito elegir el lugar….
Descendieron. Quedaba menos de una hora para alcanzar el destino de aquel viaje, pero valía la pena tardar un poco más con el fin de que los unicornios y las palomas se tranquilizaran también. A pesar de que no habían visto ni oído nada y se habían comportado como verdaderos campeones en aquel tramo, merecían disfrutar del paisaje y de los hermosos cánticos que sin duda les aguardaban allí en el lejano reino de Suavidad. Un reino donde todos esperaban la llegada de Afrodita, desde la más humilde flor, hasta el más importante de los personajes de aquel paraje, el rey Cadmo. Porque para Afrodita todo lo carente de lo inerte era importante y a todo lo trataba de igual manera, normalmente bien, con cariño, un cariño inmenso que siempre la embargaba y tan solo eclipsado por la sombra de la pena de no volver a ver a su padre y a su amado, pero algunas veces hay que hacer lo contrario de lo que uno más desea para que todo vuelva a su lugar y nada se descoloque…
La entrada en el reino de Suavidad fue triunfal, apoteósica….Desde el mismo momento en que los músicos que aguardaban en el jardín principal del reino divisaron las carrozas hasta bien pasada la media noche, liras, flautas y otros instrumentos no dejaron de sonar. Las sonrisas, los abrazos y el calor divino se desplegó a granel por todo el confín y madre e hija se fundieron en un abrazo que proporcionó a ambas la tranquilidad necesaria para empezar a hablar y contarse la una de la otra. Harmonía también agasajó a su esperada madre con frutas y ricos licores, pero sobre todo con su cariño, no se despegaba de su lado dejándole apenas una sola mano para saciar su apetito. Solía ocurrirle a menudo y cuando los nervios internos desatados por cualquier situación se replegaban en el estómago de Afrodita, se le abría un apetito incontrolado y una sed que le hacía devorar más que comer….
Para Apolo también hubo una hermosa bienvenida. En este caso fue Cadmo quien se ocupó de él y de atenderle como se merecía. En realidad todo el mundo era bien tratado en el reino de Suavidad, precisamente se caracterizaba por eso…
Los nietos de Afrodita, después de saludar afectuosamente, que los niños son más bien tímidos y nunca saben qué contarle a los mayores, se ocuparon de los unicornios y de las palomas, conduciéndolas hasta el establo para que descansaran como merecían, poniéndoles agua de manantial fresco y hierbas y frutas para comer. Poco después llegarían al establo los criados que bajarían de las carrozas lo necesario para que los invitados se encontraran como en casa una vez que fueran conducidos a sus aposentos, y para eso faltaba mucho aún, a juzgar por la plática interminable que demostraban madre e hija, que cotorreaban sin saber ni cuando iban a terminar.
-¿Y estás segura, madre, de que no echarás de menos a Adonis? Si es tu gran amor….
-Mucho, hija, pero el amor es asunto de dos, no admite cojera. Adonis me quiere a su manera y aún así me cree fuerte y ya no me llena. El grado en el que ha ido delegando su cariño es poco para mí, así que he de admitir que una vez más fracasé en el amor y ya no me restan ni fuerzas ni ganas para nada más, he cubierto mi cupo de ambiciones a ese respecto…
-No digas eso, madre. Yo me ocuparé de ti una larga temporada, que será de larga como tú gustes pero no quiero verte apagada ni triste como una flor marchita….
-Algunas nacemos solo para eso y no es lo que me pesa, me pesa no haberlo hecho bien del todo, haberlo hecho, haberme entregado por la puerta de atrás, eso me molesta y ya no lo puedo remediar…
-No lo pienses más, madre, cada uno es como es, anímate, otro caldito, bebe, te sentará bien.
Cadmo y Apolo, como era lógico, terminaron antes con su conversación y Apolo se despidió de las mujeres y se retiró a descansar:
-Buenas noches, Afrodita y compañía, me retiro ya…
-Descansa, mi buen amigo, te lo has merecido. Gracias por traerme sana y salva hasta mi hija, no olvidaré nunca este noble gesto tuyo. Pero dime, que no lo hemos hablado…¿partirás mañana de regreso a Hades?
-No tengo aún planes al respecto y si me lo permites y los dueños de este reino son conformes, me gustaría quedarme contigo, lo más cerca posible, ser algo así como tu fiel guardián, tu amigo, tu refugio….Nunca se sabe lo que una diosa puede necesitar y a mi me gusta estar a tu servicio. Sin palabras nos comprendemos y me siento a gusto a tu lado, ¿me lo permitirás?...
-Por mi parte sí, amigo mío, pero habrá que avisar en Hades de que te quedas, porque igual te extrañan…
-Mañana, sin falta, lo prometo, hoy ya solo quiero descansar, buenas noches….
-Buenas noches, que descanses….
Tanto Harmonía como Cadmo despidieron a su invitado acompañándolo personalmente hasta su habitación y ya en el interior de la vivienda, que en el jardín había refrescado bastante, los tres siguieron la conversación. Afrodita quería conocer todas las nuevas de aquel naciente reino y de la vida familiar y personal de sus habitantes.
Harmonía le explicó a su madre como por fin había encontrado la dicha junto a Cadmo a pesar de padecer ambos el destierro de Hades, un reino arcaico y lleno de prejuicios que salpicaba sin querer a sus habitantes con tanta indiscreción y forma de entender la vida algo retrógrada o superficial. Cadmo y Harmonía, a menudo solían debatir sobre el asunto. Debate a debate, cuestión a cuestión casi amaneció y con el sol naciendo Afrodita, Cadmo y Harmonía se retiraron a descansar un poco. Afrodita estaba demasiado excitada de emoción pero lo intentaría. Le sobraría tiempo para indagar sobre aquel misterioso y lejano reino que fundara su benjamina siempre en compañía de su bienamado yerno Cadmo, un ser extraordinario, el mejor complemento de una mujer….Siempre lo pensó así.
En su lecho solo conseguía dar vueltas y más vueltas, de modo que se asomó a la ventana de su cuarto y pudo ver a Apolo lanzando a la pequeña paloma mensajera, seguramente con un mensaje para Hades en su pata. En silencio y semi oculta lo miraba, contemplándolo con todo su cariño y notando un bienestar raro y diferente dentro de su pecho. Un sentimiento tan cálido como el amoroso pero algo menos intenso y tormentoso. Y en silencio se preguntaba si aquello que notaba dentro no volvería a traicionar a su alma y buena fe. Se preguntó por un momento si había medida para aquello. La respuesta no podía ser otra más que SI. ¿Por qué entonces una fémina se podía sentir tan despechada sin motivo ni razón cuando al abrigo de aquellos corazones que tanto las torturaban podía nacer un manantial más inmenso y completo que el del amor? Nunca lo había comprendido, solo padecido y solo esperaba que fuera suave y amable aquella vez, si estaba en manos de los dioses que volviera a suceder, que no se desbocara en exceso. Lo deseaba como desea una niña pequeña la caricia y el beneplácito de sus padres, o con la misma ilusión que provoca el primer y más dulce de los besos, aunque sea torpe…Lo deseaba con renovada imaginación, una fuente de plenitud de la que siempre bebió a borbotones sin saber muy bien por qué. ¿Tan difícil era tomar de ella con serenidad y calma?. Recordó como desde niña las musas la visitaban a diario, aguardando a terminar sus quehaceres para enredarse en su cabeza y fluir por el papiro transparente. ¿Por qué entonces a la edad adulta todo se convirtió en tormento y desazón? Quizás había alcanzado un grado de madurez que le faltara. Adonis, a pesar de los pesares había tenido mucho que ver en aquello que ahora le producía mirar y sentir de manera distinta y distante, como ante una barrera imaginaria que nunca antes apareció pero necesaria para preservar su propio equilibrio.
Como quiera que fuera, divagando entre pensamientos y sin saber exactamente como ni cuando, Afrodita, de regreso a la cama, se había quedado profundamente dormida.
Al despertar oyó risas y cánticos. Por un momento le extrañó, parecía aturdida porque no recordaba del todo que ya se encontraba a salvo en el reino de Suavidad, no el de Hades, hasta que escuchó la voz de su hija. Entonces se dio cuenta de donde se encontraba. ¿Qué hora sería? Tardísimo, sin duda….
Afrodita se aseó, cambió sus ropajes, recogió su pelo en un alto de su cabeza y con una túnica abierta salió al jardín de donde procedían todas aquellas voces que la habían despertado. Allí estaban Harmonía, Cadmo, sus nietos, Apolo y un apuesto y maduro caballero que desconocía y al que su hija se apresuró a presentar….
-Buenas tardes, madre, ¿has descansado bien?
-Sí, hija, como en casa…Buenos días a todos.
-Te presento a Euclides, mi Embajador principal en este reino. Como bien sabes es extenso y gracias a él y su equipo estoy día a día informada de las inquietudes y necesidades por estos lares. Solucionando las cuestiones que se pueden solucionar día a día, sin dejar que se acumulen todas, se obtienen mejores resultados que si se hace vagancia y luego nos viene grande solventar cualquier situación.
-Encantada, Euclides, es un honor para mí conocerte. Y llevas mucha razón, hija, mejor día a día, sin prisa pero sin pausa, que luego se hace pereza, estoy contigo…
-Lo mismo digo, Afrodita. Harmonía me ha hablado mucho de ti y ya tenía ganas de conocerte. En este reino todo funciona gracias al día a día y ni cerramos por festividad ni tenemos tareas pendientes, casi. Cadmo y Harmonía ponen muchas ganas e interés y así da gusto.
-Una buena gestión política a tiempo salva a un reino de muchos quebraderos de cabeza, sin duda. Me alegra saber que mi hija piensa y actúa así y que tiene el apoyo necesario para conseguir tan digno propósito, otra cosa me decepcionaría de ella, la verdad…
-Pues puedes estar tranquila, es una excelente gobernanta, claro que, como tú bien dices, tiene el apoyo de su esposo y el mío propio, que aunque algo viejo, me siento capaz de ayudarla en todo lo que puedo.
-La vejez no impide ser eficiente cuando la intención es esa y no desvaría entre otras, de modo que me alegra mucho saberlo. El camino se hace más corto y más ameno en compañía….
Compañía….En aquel instante Afrodita se dio cuenta de lo que echaba de menos a su padre y a Adonis. A su padre en modo vigilancia, siempre como el águila alerta, con los ojos bien abiertos, y a Adonis siempre bañándola con su mirada de deseo y su complicidad, sus ruegos sin exigencias, deseos dormidos que solo ella era capaz de descubrir en su mirada, aunque no solo y siempre descubría deseos, también muchas inquietudes, un hormigueo variopinto de sensaciones que Afrodita sabía a ciencia cierta que cada día rondaban los pensamientos de Adonis, que era como un caudal y lo que sucede con un torrente o caudal de cualquier cosa es lo mismo que sucede con las riadas, que al menos a ella la inundaba pero de bienestar. Le gustaba ser partícipe de cualquier asunto con él. Desarrollar una idea, compartir un momento o simplemente intercambiar miradas que parecían hablar, todo revoloteaba en el ambiente, y le encantaba sentirse así con él.
En aquel momento notó una paloma mensajera en su regazo e inmediatamente la capturó, era evidente que llevaba un mensaje en la pata y en la nota su nombre: Para Afrodita. Desplegó cuidadosamente el papiro y la leyó:
"Querida hija, te fuiste hace nada y aquí parece que hubiera transcurrido toda una eternidad. Adonis y yo te extrañamos muchísimo, no te haces una idea de cuanto. Es más, opino seriamente que Adonis va por mal camino, creo que enfermará de esta pero es tan tozudo que no da su brazo a torcer, ya le conoces….Cuídate mucho y entrega besos sin fin a mi nieta, su esposo y a mis bisnietos. Tu padre, que os adora, Urano"
¿Enfermar Adonis por ella? No lo creía, el tipo era roca pura, iceberg bajo arenas movedizas, qué disparate. Sin duda se estaría despachando a gusto a lamentaciones con el sufrido Urano pero nada más. No valía ni la pena que se parara a pensar. No, esta vez no….Allá él con sus cosas…Afrodita no podía más, había desnudado su cuerpo y su alma a aquel dios niño con cuerpo de hombre y tal vez el remedio fuera peor que la necesidad, de modo que no se preocuparía por él. Si algún día el injusto Adonis recobraba la nobleza que llevaba dentro y reaccionaba, tal vez, pero en ese momento, no, en ese momento se disponía a reconocer el reino Suavidad con su hija y Euclides, y no pensaría en nada más….
Aquel reino era hermoso, lleno de pastos verdes donde los unicornios corrían a sus anchas, árboles altísimos que parecían susurrar entre el viento, ríos y manantiales de aguas cristalinas y como al abrigo de todo ello, las haciendas, palacetes y palacios donde vivían grandes familias, familias que si no querían verse en todo el día era posible pero con un lugar en la casa donde también poder pasar veladas juntos y conversar, algo realmente importante para ellas. La libertad reinaba en el reino de Suavidad pero el respeto y los principios básicos también y uno de estos principios era la prohibición de romper e incluso deteriorar el vínculo familiar, que en el reino de Hades se había deteriorado en grado extremo y por eso estaban a punto de una guerra civil. En el reino de Suavidad la familia era lo primero y principal siempre, tanto en lo bueno como en lo malo. Si había algo que celebrar, lo celebraban todos juntos y si había algo que lamentar, lloraban todos juntos, apoyándose los unos a los otros como Harmonía y Cadmo les enseñaba cundiendo con el ejemplo, así de sencillo. De aquella manera las alegrías parecían mayores y las penas pasaban enseguida o al menos se suavizaban antes porque todos los miembros se volcaban en alimentar la alegría y en parar en seco la tristeza, unos gestos intachables que hacían posible un mejor funcionamiento en todos los sentidos de aquellas vidas, tanto en la personal como en la vida política, social y demás.
De todas maneras, Afrodita quedó algo inquieta después de leer el mensaje de su padre y al volver a la hacienda le respondió: "Querido Padre, no intentes inquietarme, no te servirá de nada esta vez. Mi grado de madurez me advierte que tal vez tú necesites de mi cariño pero a Adonis no le faltará nunca, el mío le sobra o lo revoluciona todo así que mejor de esta manera, cada uno peleando por su vida sin interferir el uno en el otro. Solo conseguimos hacernos daño, acéptalo y piensa por ti mismo, deja que Adonis se cuide solito y sobre todo se aclare al respecto de qué quiere, desea o necesita de mí. Tu hija"
Con el mensaje escrito toda la noche, aguardó a que amaneciera para enviar su paloma, no quería que el animalito sufriera un percance en la oscuridad de la noche y así aprovechó para nadar en el lago cercano de buena mañana, sin darse ni cuenta de que en aquella ocasión era Apolo quien la contemplaba a ella desnuda ante el lago y secándose al sol. Muchas veces guardar cierta distancia ante las cosas nos facilita verlas mejor y más claras. Muy de cerca puede darse el desenfoque en personas muy intensas. En realidad es casi tan peligroso lo uno como lo otro, y complicado, puede llegar a volverse muy complicado porque en la distancia no se percibe bien en ambas direcciones pero de muy cerca todo se magnifica, o puede suceder al revés, que de muy cerca se pierda chispa y de lejos se magnifique, el secreto del corazón parecía estar en conseguir el punto justo intermedio y no era nada fácil. Al menos no parecía serlo para Apolo, que contemplaba de lejos a Afrodita y se atrevía a soñar las más livianas fantasías, pero de cerca se quedaba callado, dentro de su caja de Pandora y a Afrodita empezaba a sucederle lo mismo, en la distancia era capaz de ver en Apolo todo y muy cerca no encontraba nada, ni una triste señal.
Para Afrodita, las señales habían sido muy importantes desde niña. Siempre las había atendido con cuidado, intentando percibir, como le enseñara su abuela y su madre, aunque la verdad fue que transcurrido el tiempo y haciendo balance en aquel momento, no sabría decir si no estaba confusa y lo que hubiera utilizado toda su vida no fuera el impulso porque cuando se le metía algo en la cabeza, costaba mucho que saliera de ahí, sobre todo si se trataba de una causa justa. Nunca perdió el tiempo en batallas vacías ni perdidas pero algunos recovecos de la vida le exigieron atención plena y siempre le quedaba la impresión de haber antepuesto unas reglas en su vida difíciles de entender, o cuanto menos de asimilar.
En el reino de Suavidad adoptaría pues otra intención, más genérica y femenina, debía intentar no ir contra corriente y aunque le costara enfadarse, aprender, como toda diosa que se precie debe hacer. Aquel había sido su mayor problema en el reino de Hades, de modo que no volvería a cometer los mismos errores del pasado, o al menos debía intentarlo con todas sus fuerzas y ganas, más que nunca….Su condescendencia, apiadarse de todo el mundo, su enorme empatía…..no le habían deparado más que disgustos y dolor y Afrodita ante todo quería, deseaba ser feliz a toda costa, como todo el mundo, no era diferente a nadie en sus pretensiones pero era como la cara oculta de la luna, como el reverso de una moneda para actuar, para tomar decisiones y para obrar y aquello se terminaría. Desde que pisó el reino de Suavidad se prometió a sí misma consultar igual que siempre, preguntar más, mucho más que antes, con el fin de no quedarse con una sola duda nunca y decidir lo justo para ambas partes, no fastidiarse ella siempre como muestra de respeto porque….¿y si no procedía respetar tanto?, tal vez le fuera así mejor, al menos era cuestión de probar. Que para ello debía enfadarse, sacar las uñas, el genio, pues hacerlo, sin problemas, todos tenemos, en mayor o menor dosis. Era curioso pero criando a su hija fue como se dio cuenta de que existe esa opción, que ella desconocía por completo, al menos de obra, no de conocimiento. De sobra sabía que el 99.9% de diosas se enfadaban para conseguir sus propósitos, era lo más normal excepto para Afrodita, lo que siempre la convirtió en una Diosa extraña….Debía renunciar a su etiqueta, a su propia identidad, precisamente a lo que la hacía ser especial, no se entendía, y si se entendía se presentaba la oportunidad de abusar de ella, algo muy mal visto para una Diosa, entre otras muchas cosas y sumía lentamente a la deidad en una amargura profunda e infinita de la que estaba obligada a salir. Como un mal sueño del que ya fuera hora despertar o un mal funcionamiento que la hacía desdichada. Mejor aprovechara la última energía que depositara Adonis en su pecho y volviera a la fila, a su altar, a su templo. El templo de una diosa puede estar en cualquier lugar, desde un sueño pequeño hasta el más inalcanzable, desde una carrera maratoniana hasta el más profundo de los silencios, porque la mente de una diosa no descansa jamás, va más aprisa y más allá de una décima de segundo.
Despierta, con las ideas claras y frescas, Afrodita aquella mañana se sentía diferente y rara. En un claro de la pradera donde se dejaba acariciar por el sol para secar su cuerpo antes de vestirse, dibujó con un palito un cero, aquel sería su kilómetro principal, su medida sin igual, su punto de partida. Hay que partir las veces que sean necesarias en la vida para lograr que el mecanismo general funcione y más el de una diosa, que siempre e incluso inconscientemente estaría preocupada por algo o por alguien. Trabajo no le faltaría nunca, en toda su eternidad, había mucho por hacer, pero primero ella, estar bien para darse a los demás sería su meta, lo importante, descontaminada, sí, descontaminarse se presentaba como el paso inicial que sin duda la conduciría a una nueva temporada. Los ingredientes serían colaboración, bienestar, sosiego, voluntad y …..selección. La selección siempre estuvo presente en su trayectoria excepto en su propia concepción. No, aquello no lo pidió ni eligió nacer de su madre y de su padre. Tal vez y precisamente por ello se mostrara selectiva desde niña, evitando broncas y conflictos para no disgustar a sus progenitores o la ira sería tremenda, lo que le asustaba en exceso y le permitió fijarse aún más en los demás. Sí, los demás tuvieron peso en su vida: su madre, amorosa y atenta, su padre, tan especial, su árbol genealógico, abuelos, tíos y primos, todos en un rinconcito de su corazón, latiendo fuertemente si no paso a paso en ocasiones especiales como cuando tocó sentir amor, aprender qué era aquello que despierta una fuerza tan inmensa y al mismo tiempo la sumió en la mayor de las cobardías. ¿Acaso era acertado pensar que los demás se darían cuenta de lo que sentía? No, eso hay que demostrarlo, toca salir al ring y seducir con sencillez, jugando las cartas que nos tocan en suerte. ¡ Pero ay, la suerte, qué poco te acompañó, Afrodita, qué desastre…..! Menos mal que nunca confiaste demasiado en ella y sí en tus propias posibilidades, aunque la realidad siempre fue que no tuviste mucho que ofrecer, salvo entrega y fíjate que mal te fue…..Aquí y ahora ya es cuando podemos culpar al destino y a tu cobardía, que te apartó de las mejores posibilidades brindándote únicamente el sabor de lo más escabroso. ¿Pero por qué?, todavía te lo preguntas, ¿verdad? No intentes encontrar una respuesta a estas alturas, no servirá de nada porque tú y solo tú misma tuviste la culpa, aguardando ser comprendida en lugar de imponer, para eso naciste, como toda mujer.
Dicen que la mujer nació de la costilla de Adán para ser compañera leal, pero era mentira, la mujer nació para apartar al hombre, en el futuro cercano lo entenderás mejor, ya hay datos fiables para creerlo pues nacen seis féminas por cada macho, la mujer es incubadora natural, tiene instintos no solo primarios, sino también secundarios y hasta terciarios o…..más…..Si no los tiene, los crea, los inventa, los supone y convence, es un ser social sin escrúpulo alguno, no le importa pisotear el cuello de quien sea para salirse con la suya, ¿Cuándo vas a aprender esa lección, diosa del amor?
Sí, ya sé que viviste un pequeño impulso en una aventura sin principio ni final pero te arrepentiste después, de modo que no puede contarte como aprendizaje, ¿o sí? ¿De verdad lo asumes, que hiciste lo que debías hacer según tu propósito? No, porque te duele a ti más que a él. Puede que algún día olvides el pasaje como un agravio y llegues a verlo como una aventura simpática, llena de lecciones e incluso enriquecedora y valiosa por que ¿qué mujer no tiene dos caras, como la luna? ¿qué mujer no engaña ni miente? ¿Acaso pretendes ser hombre, Afrodita? ¡Contesta!
Ensimismada, perdida en sus propios pensamientos, Afrodita no vio a su hija que se acercaba, hasta que Harmonía la llamó:
-Madre, no te encontraba por ninguna parte….Y te buscaba para enseñarte algo, un pequeño rincón en mi hogar para ti, sé que te gustará, pero hasta hoy no lo hemos terminado, Cadmo me ha ayudado mucho, anda ven, que estoy deseando que lo veas…Acompáñame….
-Muy bien, hija, me visto enseguida y te acompaño….
Llena de emoción, encanto y sorpresa, Harmonía condujo a su madre hasta un recóndito lugar del jardín cercano a la hacienda. Parecía un invernadero, salvo en el tejado, que era de madera. Una casa de una planta con un hermoso recibidor cubierto con espejos luminosos y marcos de pan de oro. Detrás de aquel recibidor una biblioteca cuajada de libros, con todos los autores que fascinaban a su madre y una mesa robusta de caoba con su tintero y pergaminos para escribir sin fin arropada por tres balcones que daban al lago y en medio una escalera de caracol que iba a parar a un dormitorio muy acogedor vestido en ricas, sedosas y coloreadas telas transparentes: organzas, sedas y encajes….
-Es un lugar precioso, hija -declaró Afrodita, abrazando a su niña-
-Es para ti, mamá, quiero que te instales aquí. Recuerdo que cuando nací escribías cuentos para mi y relatos que jamás me dejaste leer para mi padre. Desde entonces sé que escribes en secreto y no quiero que lo vuelvas a hacer. En plena libertad, desempolva tus borradores, ya soy adulta y no me asustaré de nada que lea de tu puño y letra, no temas. Y además en este reino nos hace falta alguien que piense por todos y redacte tratados de paz, de amor, o de celo laboral/ profesional que nos ayude a soportar algo mejor la rutina, ya me entiendes, aunque esto último me lo ha sugerido Euclides…
-¡Qué sorpresa, hija! Bueno pues….en ese caso, si va a servir para el bienestar común, colaboraré con vosotros encantada, será un honor.
-Y te instalarás aquí, que lo tendrás todo más a mano y así solo contaremos contigo cuando salgas de tu estado de trance. Aún recuerdo cuando te sentabas a escribir, era como si no estuvieras en este mundo y cuantas veces te importunaba….Ahora me doy cuenta….
-Yo te tuve para eso, hija, para ocuparme de ti lo primero y después de todo lo demás. La vida es como un inmenso océano construido a fuerza de gotas de agua, una ardua labor por entre las que muchos se pierden y desconcentran pero yo siempre tuve muy claro qué era, es y seguirá siendo lo primero en mi vida, tú y tus hermanos, aunque siempre se tiene una leve inclinación natural por quien más se te parece o más te llena de dicha y esa has sido tú hija mía.
La vida de Afrodita empezó así a parecerse bastante a una hoja en blanco, como ella siempre deseó sin saber muy bien por qué. Una hoja que llenar de gratos, plácidos y enriquecedores momentos, sorpresas, pensamientos libres sin ataduras ni hipocresías, reflexiones útiles o…..inútiles, pero al menos intentos. ¿Acaso alguien tiene en su cabeza o escondido en su corazón el secreto de la verdad o de la razón absoluta? Nadie, incluso las ideas son como colores en el arco iris deslizándose por las sendas de la experiencia, la madre de toda Ciencia….
Su agenda pasó de ocuparse de sanar su propio dolor y el de otros, a madrugar como siempre, cultivar un jardín a su antojo, bañarse en el lago, reposar, pensar, escribir, repasar, corregir, abandonar, disfrutar de su familia, de su gente, de todos los que día a día se acercaban a ella con pequeños o grandes lamentos que mitigar. Muchas veces los problemas parecían gigantescos por la perspectiva que los tenía en cuenta, mientras que si esa perspectiva se rebajaba un poco, normalmente tendían a empequeñecerse y muchos problemas empequeñecidos no formaban un gran problema en aquel reino, de modo que la paz estaría garantizada y partiendo de la paz, tanto individual como colectiva, el resto de problemas se mostraban siempre más solucionables.
Cada día eran más visitantes del reino de Hades los que se quedaban o mudaban a vivir al reino de Suavidad. En verdad se vivía a gusto allí, sin pensar tanto en la vida de los demás, mirando hacia dentro, no hacia fuera ni a ambos lados. Pequeñeces que muchas veces se agrandan hasta el infinito y salpican con amargura cualquier conflicto, por pequeño que sea. Afrodita aprendió esa lección de su propia experiencia, siempre buscando la fórmula para agradar a Adonis, llegó a volverse loca, cuando simplificando lo hubiera tenido más fácil y más cierto. Y aún era aquel el eterno dilema en el reino de Hades, ¿envoltorio o cuerpo cierto? Los envoltorios se presentan hermosos pero el tiempo los deteriora siempre, el cuerpo cierto que encierra una mente sana llega más lejos en su carrera y en su huella y quien no siente esa huella es por que está loco o pertenece a otra categoría donde ni una diosa debería posar su mirada.
Luego hay personas tan superficiales que se lamentan de su mala suerte y de sus sinsabores en la vida pero ¿aprenden algo en ella o de ella o por ella, son capaces de mover un solo dedo por alguna causa que no sea la belleza o la apariencia? Algunas veces, decía el sabio, nos cuesta creer sin ver y yo digo y afirmo hoy que algunas veces nos cuesta mucho aprender porque no todos los aprendizajes exigen de la misma preparación y disposición pero afortunado del que le llega la disposición correcta y justa en cada aprendizaje de la vida porque tal vez y solo tal vez llegue a desarrollar algún día una genialidad muy útil en el secreto de la vida, donde todos excepto los dioses están de paso.
Y Afrodita aprovechó su inmortalidad para agrandar su flamante jardín y convertirlo en un recreo que llegó hasta el lago. En el centro abrió un Colegio nuevo y revolucionario donde se enseñarían valores, sí, porque los pilares de una educación deben estar sostenidos en eso precisamente, en los valores desde benjamín, desde la primera sonrisa que se le escapa a mamá viéndonos por primera vez la carita al nacer, si ese vínculo se olvida o se distancia uno, solemos recurrir a una familia urbana de vete tú a saber qué clase que pocas veces nos deparará satisfacciones, más bien siempre lamentos porque solo de la célula familiar puede ampliarse el aprendizaje y conocimiento de esos valores que gota a gota van cayendo en el vaso cristalino de nuestra existencia.
Era un Colegio donde todo se aprendía jugando hasta los ocho años de edad. Después los niños ya eran tratados con algo más de responsabilidad, confiando en ellos para que aprendieran a desarrollar la suya propia, día tras día. No se diferenciaba demasiado a cuando se les enseña a andar pero se les suelta de la mano para que equilibrio a equilibrio consigan su objetivo, que no es otro que el permanecer erectos en el suelo, algo que nos parece imposible cuando los vemos reptar e intentar alzarse pero que después y con facilidad se abandona el titubeo para siempre.
Después estaba la importancia de arrancar al niño de su propio egocentrismo, convirtiéndolo suavemente en un ser social, primero con sus semejantes más inmediatos y compañeros, desde la igualdad, siempre que se fomenta, se obtiene pero la raíz de este aprendizaje ha de ser igualitaria también o de lo contrario, fracasará.
Y por último, pero no por ello menos importantes, los valores de siempre, todo un clásico, el sujeto cuenta, como ejemplo en sí mismo, sin duda….
Una tarea nada fácil pero Afrodita contaba con su paciencia casi sin límite, su entrega y además con su hija, con Cadmo, Euclides y un largo etcétera de personas que poco a poco se fueron imantando con el proyecto. Porque vigilar y cuidar con esmero la enseñanza y aprendizaje es lo mismo, en cualquier tiempo histórico, la garantía de que el buen desarrollo personal será alcanzado, siempre atendiendo al triángulo importante familia-escuela-sociedad, haciéndolos ir de la mano.
Afrodita terminaba sus días fascinada, apenas sin tiempo alguno para pensar en lamentaciones y menos de antaño, mirando hacia delante, con ilusión, ganas, esfuerzo, labor, dedicación…..vocación, algo que jamás se le había ocurrido, utilizar su propia vocación como terapia para su dolor, un dolor muy en el fondo, escondido, un viejo dolor que enterraría para siempre.
Harmonía seguía contenta de haber recuperado a su madre y día tras día darse cuenta de que por fin volvía a ser feliz, aunque añadió un último ingrediente celestial a su reino y cúpula política, fichó de nuevo a su abuela Dione, perdida desde hacía siglos por el lejano e inhóspito mundo del temple, misterioso y lunar, un lugar donde jamás se hacía de día, el sol nunca aparecía en su horizonte, solo la lluvia, la niebla, lo hostil y más oscuro. En un principio Harmonía no estuvo segura de cómo hacer llegar su mensaje a su abuela pero contó con la complicidad y la ayuda inestimable de Apolo, que se ofreció valiente y arrogantemente a ir hasta el mundo de temple para hacer llegar el mensaje de Harmonía a la vieja Dione, que lo recibió con los brazos abiertos en su cabaña de ermitaña, muy contenta de ver a alguien de nuevo porque en el mundo de temple solo vivían criaturas extrañas que no se dejan ver, que sobreviven entre sombras antes que compartir ni un saludo y realmente se aburría mucho.
En un abrir y cerrar de ojos, Dione se preparó para acudir a la llamada de su nieta y dio una enorme sorpresa a su hija también que apenas tenía trato con su madre en los últimos siglos que se separaron por culpa de Adonis.
El reencuentro entre las tres fue espectacular, Cadmo babeaba de pura admiración y Apolo también. Cuando el rey Urano se enteró de que su esposa Dione paraba por el reino de suavidad no se pudo resistir a visitarla, la extrañaba mucho y tan cerca…..o relativamente cerca…..y se hizo una gran fiesta familiar que duró tres días y tres noches de felicidad y de la que fue partícipe hasta la última y pequeña criatura de aquel reino, el de Suavidad, el reino sinigual.
Adonis, orgulloso y engreído, no quiso participar de modo que tuvo que aguardar la vuelta de Urano para saber…por un tercero, como siempre hacía, apoyarse en un tercero, lo directo no se le daba muy bien, ¿y a quien se le da bien? Pero hay que aprender a todo….o por lo menos intentarlo. Él era la excepción de aquella regla y Urano regresó a Hades con la promesa de volver a visitar a sus tres mujeres favoritas, el símbolo del logro, como él las llamaba por separado, ahora juntas eran invencibles.
Y así fueron transcurriendo los días, los meses, los años y los siglos de los siglos en el flamante reino de Suavidad, que llegó a ser conocido de un a otro confín de la inmortalidad y al transcurrir del tiempo la estadística se cumplió y dejaron de nacer varones. Suavidad llegó a ser el primer reino femenino de la historia universal pero nadie sabe si fue por eso o no, el caso era que la armonía y la alegría reinó por siempre jamás y para ver a un varón había que visitar Hades, en Suavidad no se encontraban especimenes que no fueran Apolo, Cadmo o Euclides…..muy orgullosos los tres de ser gobernados por féminas, colaboraban en todo, incluso en procesos de fertilización urgente, aunque para eso tuvieron que vivir muchos siglos y contribuir bastante a la Ciencia y esa….esa es otra historia….
Afrodita por fin pudo cambiar de opinión y confiar en las féminas tanto o más que en los varones, solucionando una duda más de su trayectoria personal dado el fracaso, Perséfone incluída, con el que siempre se topaba en ese aspecto…
Tal vez fue la educación que impuso, o tal vez fue que el reino de Suavidad atraía más a las féminas y el de Hades a los varones….Como quiera que fuera por una vez y sin que sirviera de precedente, se sintió orgullosa de sí misma y aquella sensación bien valía otra fiesta…..Cualquier motivo especial valía una fiesta: música, flautas, laúdes, liras, coros, danzas, expresividad a flor de piel, charla, risas, unión, al fin y al cabo. ¿Qué era una fiesta si no, en última instancia? Una reunión, que contrastaba con su soledad a la hora de ponerse a pensar y encontrar tratados fundamentales y sociales fáciles y prácticos de seguir, guiar por la vida, desde la infancia, como en una línea recta que alcanza cumbre a cumbre la meta más pequeña para irla poco a poco agrandando, como siempre se ha conseguido todo, de lo menor a lo mayor, por eso somos siempre primero niños y al final adultos….
La inmortalidad ya es otro cantar y ser una diosa fue solo casualidad por haber nacido de dos deidades, nada más, era algo heredado que Afrodita nunca tenía en cuenta porque solo desde la modestia se crece y se crece de verdad, desde dentro hacia fuera, como una fuerza que emerge del pecho y nos inunda de sentido común y buena fe.
Sin ello la inmortalidad puede llegar a ser tediosa y hacerse aburrida o lo que es peor, desviarse, perderse del camino útil y acabar sin rumbo, como un barco a la deriva, en el reino de temple, donde terminaban todos aquellos que no sabían muy bien qué hacer con sus vidas. Al menos la desidia de observar el transcurrir del tiempo no se les volvía tan insoportable y si tenían que lamentarse, lo hacían en soledad, donde no molestaran ni perturbaran a nadie más.
En cambio en Suavidad, todos y cada uno de sus miembros sociales sabían perfectamente lo que hacer con sus eternas vidas, eran deidades útiles en realidad, sanos desde dentro y capaces perfectamente de transmitir lo necesario a mortales e inmortales porque cada uno era como una valiosa pieza de un único mecanismo de relojería que funcionaba a la par, en cadena.
Hoy por hoy, no sé qué habrá sido del reino de Suavidad, cuando yo desperté de mi sueño, todos eran felices, al menos un poco más que cuando aquel reino apenas era un esbozo de proyecto. Tampoco recuerdo quien fue el primero en ponerle aquel nombre, solo recuerdo que me gustó, me intrigó y que cada noche quería soñar que estaba un poco más cerca. No sé si lo habré conseguido pero esa y solo esa ha sido mi única intención, aparte de compartirlo con el lector y despertar su curiosidad, sí, ¿por qué no?. ¿Acaso es tan impensable un reino, un mundo, así? ….
Como siempre….depende de todos un poco, no de mi sola….porque yo desconozco si los dioses tienen en realidad la fuerza necesaria para cambiar a las personas y…..hay tanto por cambiar que mejor vuelvo a desear soñar con Suavidad cualquier otra noche, mejor será eso que esperar algo de una sociedad que agoniza como tal. Me situé en un reino inicial y para mi casi atemporal, pero si me sitúo en la historia es que no se me ocurre nada que me brinde una esperanza de mover un solo dedo por cambiar todo lo que es necesario cambiar….Triste, ¿no? ….